El hombre que no estaba ahí – Madurez artística

The man who wasn’t there – Dir: Joel Coen – EEUU, 2001

Para “El hombre que no estaba ahí”, los Coen dan un salto adelante de unos 30 años respecto a “O brother”, sin abandonar esa primera mitad del siglo XX que les es tan querida. Una vez más vuelven a mezclar géneros, entregando un relato que abarca el drama criminal, la comedia negra y la reflexión existencial.

La historia se centra en Ed Crane, un barbero sin ningún tipo de pretensión, que se trabaja en su pequeña ciudad moviéndose entre una callada resignación y la complacencia de una vida estable y sin problemas. Por el autorretrato que traza a través de su omnipresente voz en off, su vida es más feliz que infeliz, pero una inusual propuesta de negocios despierta algo en su interior que lo lleva a desear algo más, a demostrarle a su metódica y algo ambiciosa esposa que es más de lo que parece. Esta chispa desencadena toda una serie de acontecimientos que sacuden la existencia perfectamente ordinaria del barbero.

Tras ese punto de partida la historia se despliega con habilidad, con un ritmo no decae en ningún momento, gracias a una trama que permanece impredecible y a un elenco de personajes pintorescos típicos de lo Coen, que esta vez no llegan al punto de resultar irritantes; en este aspecto es una de las películas más equilibradas de los hermanos, presentando unos tipos humanos casi convencionales para sus estándares. Entre todos ellos brilla ese silente Ed Crane que aguanta estoicamente la locuacidad de quienes suelen rodearlo, y cuya personalidad deja rápidamente huella.

Contribuye al buen fluir del film su gran perfección formal, con una prístina fotografía en blanco y negro obra del célebre cinematógrafo británico Roger Deakins. Un detalle fascinante en este film que maneja con tanta maestría las gamas del gris es que se rodó en color por resultar más fácil técnicamente, y esta versión no sólo existe aún, sino que apareció en DVD en algunos países. La atmósfera se redondea con una banda sonora dominada por el piano, mediante composiciones de Carter Burnwell y piezas clásicas de Beethoven.

Billy Bob Thornton es una elección idonea para ese protagonista que no podía tener un rostro muy atractivo, pero tampoco carecer de carácter. Gran parte del peso de la película recae sobre su narración, la cual ejecuta perfectamente. Joel Coen vuelve a asignar un papel importante a su mujer Frances McDormand, cuyo físico nunca me ha gustado pero que resulta muy adecuada para el papel de la esposa, atractiva pero no mucho, ambiciosa pero sin excesos, amorosa pero sin efusividad alguna. El resto de secundarios es muy destacable, incluyendo a un Richard Jenkins con un aspecto muy similar al de su famoso papel del padre en “A dos metros bajo tierra”, si bien este personaje es totalmente distinto, mucho más plácido y humilde; interpretando a su hija está una jovencita Scarlett Johansson que añade un toque de belleza y ligereza muy agradecible a esta historia teñida de melancolía. Aparecen también Jon Polito y James Gandolfini, aprovechando al máximo sus pocas escenas, como actores de gran entidad que son. Pero sin duda el caramelito interpretativo le cae a Tony Shalhoub (el actor de “Monk”), quien tiene oportunidad de encarnar al cuasi infalible abogado Freddy Riedenschneider. Es el papel con más oportunidad de lucimiento, un personaje locuaz y genialoide, aprovechado al máximo por Shalhoub.

En medio de su amena trama semicriminal, “El hombre que no estaba ahí” nos plantea una interesante cuestión, la de las personas que sólo aspiran a una vida lo más sencilla posible y a ser amadas, pero a quienes les falta un punto de iniciativa, habilidad social o suerte para sentir que realmente encajan entre sus semjantes. Seguro que más de un espectador se siente identificado. El conjunto se remata con los habituales toques surrealistas de los Coen (se apunta una peculiar “conspiración OVNI”, muy acorde con la época), conformando todo una excelente película, sin duda un homenaje al «noir» pero con una potente identidad propia. En mi opinión, la mejor obra los hermanos neoyorquinos hasta ese año 2001.
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O brother! Visitando el Sur con los Coen

O brother, where art thou? – EEUU, 2000 – Dir: Joel Coen
Título Español: O brother!

Los Coen revisitan en esta película los principios del siglo XX estadounidense, pero en una localización totalmente nueva:  el sur del país. La acción transcurre en 1937 y los protagonistas son tres presos, Ulysses, Pete y Delmar, quienes, ataviados con el tan típico y cinematográfico uniforme a rayas, se evaden para recuperar el botín de un atraco perpetrado por el primero. Sus caracteres son algo estereotípicos pero bien logrados: Ulysses (George Clooney) es el líder que convence a base de energía y un lenguaje muy elaborado; Pete es iracundo y pragmático; y Delmar un tipo simplón que sólo aspira a enderezar su camino. Siguiéndolos de cerca está el «villano», un implacable policía interpretado por Billy Bob Thornton.

Si bien O brother! no renuncia a ciertas aspiraciones intelectuales y estéticas, el tono es decididamente de comedia histriónica, siguiendo la línea marcada en The Big Lebowsky. El ritmo narrativo es bueno y hay ideas muy logradas, como la «carrera musical» de los tres presos, o el ladrón de bancos maníaco-depresivo que conocen durante su huida. Los créditos iniciales aseguran que la historia está basada en La Odisea, pero es una adaptación  extremadamente libre. Entre los pasajes extraídos de la obra de Homero está el encuentro con unas «sirenas» a la orilla de un río (una escena de gran sensualidad) y el enfrentamiento con un «cíclope» interpretado por John Goodman. También está el empeño de Ulysses por regresar a su casa y recuperar a su esposa (obviamente llamada Penny, por Penélope), quien ya ha decidido rehacer su vida con otro hombre.

La estética de la película está muy cuidada, y se mueve siempre en una paleta de marrones y dorados muy agradable de ver que contribuye a cierto toque onírico. El retrato del sur estadounidense resulta muy logrado, presentándosenos una amplia gama de personajes, acentos y situaciones bastante creíbles e interesantes. Me gustó particularmente la subtrama de las elecciones al estado de Mississippi, con sus coloridos mítines y dos candidatos muy distintos: el Gobernador que ya no puede ofrecer nada nuevo pero busca cualquier triquiñuela para mantener el poder, y el candidato populista, que se presenta como «el amigo del hombre pequeño», haciéndose acompañar literalmente por un hombre bajito.  Si el guión es fidedigno históricamente, es llamativa la naturalidad con la que mucha gente aún se tomaba el racismo en los estados sureños por aquel entonces. Incluso hay un personaje que reconoce casi sin reparos su pertenencia al Ku Klux Klan, revelación que hoy sin duda sería escandalosa.

Las interpretaciones son un punto fuerte de la película, con un George Clooney que aprovecha al máximo la rara ocasión de meterse en un papel decididamente cómico. Los diálogos de su personaje, elegantes a la par que extravagantes, y aderezados con un espeso acento sureño, son un caramelo para cualquier actor con ganas de pasarlo bien. Turturro cumple como siempre, en un papel mucho más básico, y lo mismo se puede decir de Tim Blake Nelson, cuyo peculiar rostro hace la mitad del trabajo. El papel de Billy Bob Thornton es seguramente demasiado corto, y tan hierático que le da muy poco juego al actor. Holly Hunter vuelve a un elenco de los Coen, y aunque es una actriz que no me gusta nada, lo hace muy bien como Penny. Otro que vuelve al «redil» es el veterano Charles Durning, francamente divertido como el Gobernador. John Goodman tiene un papel rimbombante de los típicos que le escriben los Coen, y se deja ver. Esta vez se quedan sin cameos John Polito y Steve Buscemi.

En suma, una comedia equilibrada, visualmente atractiva y razonablemente original. Desde luego, bastante más redonda globalemente que trabajos más pretenciosos de los hermanos, como Barton Fink o Fargo.
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El Gran Lebowski. Correcta pero insuficiente

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The Big Lebowski, EEUU, 1998 – Director: Joel Coen
Título español: El Gran Lebowski

Tras la peculiar Fargo, los Coen retoman con El Gran Lebowski el estilo de comedia gamberra de Arizona Raising, si bien vuelven a mezclar géneros una vez más. El foco se fija esta vez en Los Ángeles, durante nuestros días. El personaje central es Jeff Lebowski, más conocido como «The Dude» («El Nota» en la versión española), un auténtico inútil que se dedica a vivir sin dar un palo al agua, no se sabe bien cómo. Eso sí, es muy bonachón, fiel a sus amigos y «se toma la vida con filosofía». Esta plácida existencia se ve sobresaltada cuando unos cobradores de deudas asaltan su casa, le reclaman un dinero que no recuerda deber y para colmo le arruinan su alfombra favorita. Todo se debe a una confusión: los matones le han confundido con otro Jeff Lebowski, un acaudalado hombre de negocios de la ciudad (el «Gran Lebowski») cuya jovencísima esposa es demasiado aficionada a las compras. Cuando «the Dude» va a reclamar al otro Lebowski por su alfombra perdida, el millonario no quiere saber nada del asunto y lo manda a su casa. No obstante, pronto volverá a llamarle para que le ayude en un delicado asunto: su endeudada mujer ha sido secuestrada y necesita un intermediario para el pago del rescate. Comienza así una trama entre de humor absurdo e intriga con muchos vericuetos argumentales.

El Gran Lebowski se ha convertido en un film de culto, y hay incluso quien lo considera una comedia clásica, pero aunque es un trabajo estimable, llamarla clásico me parece muy exagerado. Es verdad que tiene momentos bastante conseguidos y que el personaje del «Dude» (el siempre fiable Jeff Bridges) se gana fácilmente la simpatía del espectador, pero la película es muy desigual, y ciertos son aspectos resultan muy poco convincentes. Tenemos el caso de Walter, el mejor amigo del «Dude», un tío realmente irritante con el que pasa casi todos sus ratos de ocio, jugando a los bolos en un trío completado por el apocado Donny (Steve Buscemi). Puedo creerme que el «Dude» aguante a un amigo tan pesado (todos conocemos casos así), pero no cuando las obsesiones de éste pueden meterlos en problemas serios con la ley o incluso poner en grave riesgo su vida. La trama de suspense tampoco se sostiene mucho: todas las partes implicadas, gente de poder e influencia, parece darle demasiada importancia y confianza al «Dude», un tipo que, a todas luces, es un verdadero desastre. Si bien es verosímil que algunos quieran usarlo como peón, no cuadra en absoluto que un personaje como el de Julianne Moore, una mujer totalmente racional y calculadora, le encargue ningún tipo de trabajo delicado.

El humor del guión alterna constantemente aciertos y errores. Entre los primeros se encuentra la famosa escena en la que, cuando un arrogante rival de la bolera (John Turturro) pronostica que aplastará al equipo del «Dude», éste le responde con toda la pachorra «That’s like, your opinion, man». También tiene su gracia, sin ser desternillante, la dinámica entre el asfixiante Walter y el sumiso Donny. Pero son muchas más las cosas que fallan: la escena en que Walter saca su pistola en la bolera por un asunto totalmente intrascendente parece sacada de Loca Academia de Policía; la banda de los «nihilistas», que se supone debe ser hilarante, es más bien sosa y tontorrona, y tiene un peso en la trama poco justificado; el recurrente gag de Walter relacionando todos los temas con la guerra de Vietnam naufraga muchas más veces de las que funciona. Un gag en torno a un pulmón artificial ejemplifica lo que falla en el humor de la película: chocante, sí, pero totalmente injustificado y sin valor cómico real.

En El Gran Lebowski veo los Coen un poco perdidos, incapaces de manejar eficientemente los elementos que ellos mismos han puesto sobre el tablero. La escena en la bolera con Turturro es mucho más graciosa que todas las de los nihilistas. ¿Por qué no se explotó más su personaje? Lo mismo se puede decir de un Sam Elliott con unas pintas y un vozarrón espectaculares, que ejerce de narrador, pero que sólo aparece en dos escenas, siendo escandalosamente desperdiciado. Sí es justo reconocer un notorio trabajo visual, con varias escenas fuera de lo común y muy bien rodadas, especialmente la secuencia onírica con su estética de musical, perfectamente lograda. La trama, si bien se sigue bastante bien, se enreda desmasiado, algo inncesario considerando el ligero fondo de la película.

En el aspecto actoral pueden hacerse pocos reproches, con un reparto «triple A»: además de a Bridges podemos ver a Philip Seymour Hoffman como el obsequioso criado de «El gran Lebowski», a Julianne Moore como su hija (para morbosos: sale totalmente desnuda), y a los «clásicos Coen» John Goodman, Steve Buscemi, Turturro y John Polito, que se presta a un nuevo cameo. El pobre John Goodman se lleva la peor parte, al tener que lidiar con Walter, un personaje deficientemente escrito y demasiado cansino. En suma, se trata de una película agradable pero algo fallida, lo que no quita para que gustara a un público seguramente acostumbrado a comedias más convencionales, sin la pátina de sofisticación y orginalidad de los Coen. Quizá El Gran Lebowski habría funcionado mejor en un formato de miniserie televisiva, con más énfasis en el mundo de los bolos, pero seguramente esto nunca lo sabremos.
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Fargo – Échate fama y ponte a dormir


– Hace un frío del carajo.
– ¡Yah!

Fargo – Director: Joel Coen – EEUU, 1996

En esta película, los Coen recuperan el género de thriller, que trataron con buen resultado en su primer trabajo, Blood Simple. La recepción crítica  que tuvo Fargo indica claramente que los hermanos ya se habían labrado una fama internacional a prueba de bombas, pues pese a ser un título ciertamente menor en su producción, fue uno de los más aclamados y premiados. La trama planteada es bien simple: Jerry Lundegaard, director de un concesionario de coches en Brainerd, un alejado pueblo de Dakota del Norte, desea hacerse con una elevada suma de dinero, presumiblemente para huir con él (aunque el motivo nunca se especifica). Su suegro es un hombre de negocios muy rico, así que traza el tremebundo plan de encargar el secuestro de su esposa y luego quedarse la mayoría del rescate. Un mecánico del concesionario le pone en contacto con dos matones que realizarán el trabajo, con los cuales se reúne en la localidad de Fargo (esto ocurre en la primera escena, y es la única vez que aparece este pueblo). Por desgracia para él, la pareja de criminales no destaca por su eficacia ni su escrupulosidad, y el asunto pronto tomará tintes muy siniestros y sangrientos.

La historia evoluciona poco más allá de esta premisa básica, exceptuando la investigación del caso realizada por Marge, una policía local de Brainerd. Este personaje es encarnado por Frances MacDormand, a quien su marido Joel Coen parece reservar papeles destacados cuando hace un thriller. Resulta curioso que, pese a encabezar el reparto, su personaje no aparezca hasta pasados 40 minutos, aunque luego resulta bastante interesante. En un pueblo obviamente tranquilo, donde es trabajo de policía es normalmente relajado, parece la única capaz de detectar e interpretar pistas en casos complejos, mostrando una capacidad propia de un agente de élite. La gracia del personaje está en su carácter totalmente tranquilo y bonachón, que sí concuerda con el del ambiente de la zona, y que contrasta con su astucia y perseverancia. Sin embargo, este perfil bien logrado no basta para elevar al film por encima de la rutina. Se abren vías argumentales que luego no tienen consecuencias, como los problemas escolares del hijo de Lundegaard, o la aparición de un ex-compañero de estudios de Marge con trastornos piscológicos. Simplemente parece que la inspiración no le llegó a los Coen, que añadieron un rótulo al principio del film indicando que se trataba de una historia real, para luego reconocer que no era así. Parece como si hubieran querido darle a la película una fuerza que no emanaba de su propia historia.

Esto no quiere decir que Fargo sea un film malo o aburrido: está muy bien rodado y la historia se desarrolla a buen ritmo. Huelga decir que las interpretaciones son de alto nivel, con actores de calidad como William H. Macy (Lindegaard), Steve Buscemi como delincuente chapucero y Harve Presnell como el suegro cabrón (algunos lo recordarán como el padre de Lois Lane en la serie Lois y Clark). Parece ser que Macy puso un especial empeño en obtener este papel, pero sinceramente no entiendo los motivos, a excepción de ser un personaje con mucho diálogo. Aparte de ser un tipo avaricioso y con pocos escrúpulos, no tiene excesivos matices. Destacar que, por lo visto, en esta parte de los EEUU hubo mucha inmigración escandinava, lo que hace que sus habitantes tengan un acento muy peculiar y sustituyan el «Yes» o el «Yeah» por un chocante «Yah». Aunque los actores cuidan este aspecto y lo convierten en un elemento distintivo del film, no se adivinan motivos para incluirlo, aparte de añadir cierta excentricidad. Decir que, debido a esto, tiene muy poco sentido ver la película doblada.

¿Cuál es, pues, el mensaje o el valor de Fargo? Resulta difícil decirlo. Pienso que se quiere mostrar el contraste entre personajes codiciosos o faltos de humanidad, que no dudan en delinquir o matar, y los que viven una vida sencilla, agradeciendo lo que tienen y siendo plenamente felices con ello, como la mayoría de habitantes de Brainerd. También se refleja que, una vez se inicia la senda del delito, aunque un golpe parezca sencillo, es fácil que las cosas salgan horriblemente mal (un tema frecuente en los films del género). En todo caso, la película no despega ni como thriller, ni como comedia negra, ni como estudio de caracteres, y seguramente el mayor poso que deje sea el del agradable personaje de McDormand. Correcta, premiada y olvidable.
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Hermanos Coen – Barton Fink


«¿Pero qué coj…?»

Barton Fink – EEUU – Dir: Joel Coen, 1991

En su cuarta película los Coen entran en un terreno más experimental. La acción transurre en una época cercana a la de Miller’s Crossing (años 50), pero son dos films totalmente distintos. Un John Turturro con muchísimo pelo pasa de secundario a protagonista, interpretando al personaje titular. La historia es muy básica: Barton Fink, un dramaturgo que acaba de tener su primer éxito en Nueva York, recibe una oferta para pasar una temporada en Hollywood escribiendo guiones, a cambio de una más que generosa retribuición. Aunque el joven autor quiere seguir escribiendo sobre su tema fetiche, «el hombre corriente» y teme frivolizarse en California, su agente le anima a aceptar la oferta.

Fink se instala en un modesto hotel californiano, y allí intenta dar forma a su guión cinematográfico, pero la tarea le resulta mucho más difícil de lo esperado, entrando en un bloqueo creativo. Para empeorar las cosas, el ambiente del hotel no es el más propicio, pues además de hacer un calor sofocante hay todo tipo de ruidos extraños y distracciones. Pronto desubre que su vecino de habitación es el prototipo de «hombre corriente» al que tanto desea retratar con sus obras, pero aunque traba buena relación con él ignora sistemáticamente las historias que éste trata de contarle. Barton se encuentra casualmente con un viejo escritor al que admira muchísimo, afincado en California junto a su secretaria-amante, y lo ve como la persona ideal para ayudarle a romper su bloqueo. Desgraciadamente, pronto descubrirá que su tótem también se encuentra muy lejos de su estado creativo más fértil. Pero cuando el angustiado dramaturgo se ve involucrado en un horrible crimen, su crisis creativa se convertirá en una preocupación secundaria.

Seguramente el problema de Barton Fink sea que, mientras que en sus tres films anteriores los Coen tenían bastante claro lo que querían contar, en esta ocasión resulta bastante difícil saber cuál es el mensaje o idea central. Desde luego, la película es una reflexión sobre el acto de la creación literaria y la pretenciosidad que a menudo lleva emparejada, pero más allá de ahí no se aprecia ningún tema sólido, y el guión carece de la suficiente cohesión para absorber al espectador. En la última media hora se opta directamente por el surrealismo, trufando la película de una simbología totalmente críptica, que de ninguna forma puede ser significativa para el público general. Si bien la historia alcanza un desenlace, queda la impresión de que no se ha contado nada especialmente interesante, y de que una premisa con potencial ha sido desperdiciada. Si leéis alguna crítica por ahí diciendo que éste es un film profundo, lleno de todo tipo de mensajes y hallazgos, no os fiéis: os están tomando el pelo.

Lo más aprovechable de Barton Fink son las interpretaciones, especialmente la de un John Goodman que me resulta más agradable haciendo de «hombre de la calle» que en personajes más artificiosos, como el que interpretaba en Raising Arizona. A destacar también John Mahoney y Judy Davis como el escritor y su secretaria, especialmente la segunda, aunque su personaje acaba siendo desperdiciado. La ambientación es muy correcta, creando una atmósfera interesante, y todo el aspecto visual es irreprochable, mitigando un poco el errático rumbo del guión. Respecto a las anteriores películas de los Coen, repiten el protagonista Turturro, Steve Buscemi, John Polito y el citado Goodman; esta vez Frances McDormand se queda sin su papelito. En definitiva, una película que si bien no carece de mérito y se deja ver, no puedo recomendar excepto a los completistas de los hermanos neoyorkinos, a los muy fanáticos del Hollywood de principios del siglo XX o a quienes disfruten los ejercicios radicales de estilo.
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Ciclo Hermanos Coen: Miller's Crossing

Miller’s Crossing – EEUU – Dir: Joel Coen, 1990
Título español: Muerte entre las flores

En su tercera película los Coen cambian nuevamente de registro, y esta vez también de  época, pasando a un género tan cultivado en el cine como los gangsters. No se trata en cualquier caso de un cambio drástico, pues existen dos  constantes en estos primeros tres trabajos: el elemento criminal y los personajes de una moralidad más o menos laxa. La acción se sitúa en una ciudad de nombre no mencionado (¿Chicago?) durante la década de los 20, y el personaje principal es Tom Reagan, el lacayo más destacado del amo de la ciudad, el mafioso irlandés Leo. Tom es un verdadero golfo: ludópata, bebedor, mujeriego… pero al mismo tiempo tiene buena cabeza, una fidelidad inquebrantable a su jefe y la regla de salir siempre solo de sus problemas. Son estas virtudes las hacen que Leo aprecie tanto a Tom y siga puntualmente sus consejos, logrando un apacible equilibrio en la ciudad: todo el mundo realiza tranquilamente sus negocios de venta de alcohol, juego y similares, con la aquiescencia del alcalde y el jefe de policía, asalariados de Leo.

Pero este equilibrio se encuentra en peligro: Johnny Caspar, un capo de ascendencia italiana, está tremendamente indignado con Bernie Bernbaum, un corredor de apuestas que está filtrando información sobre los combates que Caspar amaña, con la consiguiente pérdida de dinero. Para Caspar es una situación intolerablem y por ello le exige a Leo, como jefe de todos los capos, la cabeza de Bernie. Pero hay un problema: el ya maduro Leo está encaprichado de una damita llamada Verna, quien casualmente es la hermana de Bernie, y asesinarlo le granjearía su odio eterno. La negativa de Leo hace montar en cólera a Caspar, quien jura poner orden por su cuenta. Tom advierte a Leo del error que está cometiendo, pues salvar a un timador de poca monta no compensa el riesgo de empezar una guerra de bandas, y además Verna no es tan santa como parece, cosa que él sabe mejor que nadie. De poco servirá el consejo, y enseguida las cosas empezarán a complicarse terriblemente tanto en la ciudad como en la vida de Tom.

Para ser una película de mafia e intriga, Miller’s Crossing no tiene un argumento especialmente elaborado, y aunque el guión guarda algunas sopresas, no contiene grandes golpes de efecto. No quiero decir que la historia sea aburrida; al contrario se sigue con interés y agrado, pero los hermanos prefieren de nuevo poner el foco en las grandes personalidades que la pueblan: el gangster estoico que lo hace todo solo y a su manera, la bella dividida entre el amor y el instinto de supervivencia, el jefecillo venido a más que ahora quiere ser un pez gordo, el miserable que sólo piensa en lo que puede sacar de los demás, incluso aunque les deba la la vida, o las cómicas autoridades locales, meros testigos de la lucha por el poder.

En el reparto hay que destacar especialmente a Gabriel Byrne como Tom, haciendo gala de una gran presencia cinematográfica. Pese a haber trabajado bastante en las dos últimas décadas, no puedo evitar la sensación de que este actor irlandés ha sido algo desaprovechado.En el papel de Verna brilla también  Marcia Gay Harden, quien gracias a su gran belleza y elegancia encaja perfectamente en el estereotipo de mujer fatal.  Se trata también de una actriz de amplia trayectoria que ha permanecido en segundo plano. El que no dejó de aumentar su fama a partir esta película fue John Turturro, quien con su gestualidad y su físico peculiar le sacó partido al papel de Bernie, el timador sin escrúpulos. Los Coen quedaron tan contentos con su trabajo que recurrieron repetidamente a él en sus siguientes proyectos. Destacable también el trabajo de Jon Polito, que disfruta como el histriónico Johnny Caspar, y el del británico Albert Finney, que dispone de una escena estupenda en la que tiene que despachar personalmente a unos matones que tratan de liquidarlo. Mencionar por último a Steve Buscemi en una breve aparición y a Frances Mc Dormand, que gracias a su cameo es la única intérprete que sale en las tres primeras películas de los Coen.

El trabajo de cámara es más conservador que en los dos films anteriores, algo normal al ser una película con una concepción más clásica. La ambientación está muy lograda, y aunque hay pocas escenas con grandes escenarios o rodadas en exteriores, se aprecia un gran cuidado en reflejar adecuadamente la época. Nuevamente, un trabajo meticuloso de los hermanos en el aspecto formal. Miller’s Crossing recibió una gran acogida crítica en su día, y algunos la consideraron injustamente potergada en la entrega de los Oscars. Sin embargo creo que esto se exageró un poco, ya que pese a ser un film cuidado y muy estimable, me parece menos brillante dentro de su género que las dos películas anteriores de los Coen. Claro que ese fue un año muy extraño en los Oscars, alzándose como mejor película Bailando con lobos y siendo premiados actores tan frikis como Kathy Bates, Joe Pesci y Whoopy Goldberg. Sin duda cualquiera de los actores de Miller’s Crossing habría sido igualmente merecedor de la estatuilla. Como curiosidad, decir que Joel Coen se llevó la concha de plata al mejor director en nuestro poco lustroso Festival de San Sebastián. Lo que ya nadie pudo quitarle a los hermanos fue su reconocimiento como los cineastas independientes más destacados del momento.
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Ciclo Hermanos Coen: Raising Arizona

Raising Arizona (Título español: Arizona Baby) – Dir: Joel Coen – EEUU, 1986

En su segundo trabajo, los Coen no abandonan el sur de los EEUU, y pasan de Tejas a -¿lo adivinan?- el estado de Arizona. Lo que sí cambia es el registro de la película, y el género negro de Blood Simple da paso a lo que podríamos denominar comedia criminal. El protagonista es un Nicky Cage de apenas 23 añitos y aún haciéndose un nombre, que interpreta a H.I. McDonough, «Hi» para los amigos. Hi, personaje que ejerce de narrador, detalla al principio del film sus constantes entradas y salidas de prisión en clave cómica. Producciones como Me llamo Earl beben directamente de este estilo que desdramatiza los crímenes no sangrientos. A lo largo de sus numerosas detenciones y encierros, Hi va enamorándose de la agente encargada de hacerle la ficha policial, Edwina -alias Ed-, encarnada por Holly Hunter. Cansado de su errática vida, Hi propone matrimonio a Ed, y así empieza lo que él describe como la época más feliz de su vida, a la que sólo le falta el broche de tener descendencia. Sin embargo, la pareja pronto descubre que sufre problemas de fertilidad, y para empeorarlo sus peticiones de adopción son rechazadas por el pasado de Hi. Cuando ven en la televisión que un vendedor de muebles local, Nathan Arizona, acaba de tener nada menos que quintillizos, deciden que es injusto que unos tengan tanto y otros nada.

Con este película los Coen demuestran, tres años después de su debut, que se mueven tan bien en la comedia como en géneros más oscuros. La historia es bastante divertida, y se apoya principalmente en unos personajes muy pintorescos, tanto principales como secundarios. De hecho, no hay una sola persona  en la película que no tenga alguna peculiaridad o forma extraña de comportarse. Cage se desenvuelve bien en el papel principal, y Holly Hunter encaja muy bien en el papel de mujer buena pero obsesionada con la maternidad. Aunque nunca ha sido una belleza, con 29 años y antes de sacarse brazos de tío en el gimnasio era casi mona. Ambos actores utilizan en toda la película un marcado acento sureño.

Entre los secundarios destaca Trey Wilson como Nathan Arizona, el sureño de pura cepa que jamás pierde la perspectiva comercial, y John Goodman, encarnando a un preso que acaba de fugarse con su compinche del antiguo penal de Hi. Lo más curioso de esta pareja es que, pese a ser dos delincuentes haraganes, beodos y desastrosos, suelen emplear un lenguaje muy culto y circunspecto, lo cual consigue un contraste bastante gracioso. Menos divertida es una escena en la que ambos se percatan de haber olvidado algo muy importante y se ponen a dar alaridos a todo volumen durante un buen rato. Es un recurso que he visto posteriormente en muchos sitios y está más que trillado, pero me parece que ni en 1987 tenía gracia. Ésta sería la primera de muchas colaboraciones de Goodman con los Coen. Los hermanos, dos tipos fieles a sus actores, rescatan de su primera película a M. Emmet Walsh y a Frances Mc Dormand, con papeles chiquititos pero de cierta enjundia. Pero sin duda el personaje más memorable  es Leonard Small, un cazarecompensas motero cuya estética está tomada directamente de Mad Max. Pese a ser un personaje con una parte cómica, sus apariciones crean una atmósfera ominosa muy lograda, y son quizá lo más interesante de la película.  Small está interpretado por Randall Cobb, antiguo boxeador que saca el máximo partido a su físico en su trabajo como actor.


Como para bromear con él.

Hay que destacar el trabajo de cámara: si en Blood Simple ya podían verse algunos planos bastante creativos, en Raising Arizona se juega constanstemente con la perspectiva del espectador. Parece que a los Coen -o a su director de fotografía Barry Sonnenfeld- les gusta particulamente mover la cámara a ras de suelo. Es un punto de vista peculiar, que no obstante depara imágenes muy interesantes y dota a la película de un estilo característico.  Aparte de los movimientos de cámara, la fotografía en sí vuelve a destacar, con planos bien construidos y muy plásticos, que aprovechan bien el colorido entorno del sur estadounidense. Sonnenfeld, como sabrán los más cineros, pasó más tarde a dirigir sus propias películas, firmando las dos partes de La familia Addams y de Men in Black.

Raising Arizona, es, en resumen, una comedia sólida y bien lograda, que pese a algún defecto perdonable hace pasar un rato divertido, ofreciendo al tiempo un pintoresco retrato del sur de los EEUU y los personajes que lo pueblan, pasado obviamente por la lente deformante e irónica de los hermanos.
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Ciclo Hermanos Coen – Blood Simple

Blood Simple – Dir: Joel Coen – EEUU, 1984

Como estoy un poco hasta el gorro de escribir sobre pelis de Drácula, voy a hacer un paréntesis hablando de un tipo de cine más «culto». Concretamente, trataré de visionar toda la obra de los Coen, esos dos cineastas a los que podríamos llamar «los reyes del cine independiente». Joel y Ethan Coen son dos hermanos de origen judío nacidos en Nueva York, que firman películas conjuntamente en un equipo muy compacto. Joel se encarga de la dirección y Ethan ejerce de productor, mientras que los guiones suelen correr a cuenta de ambos. En cualquier caso parece que durante los rodajes estas fronteras se desdibujan y que ambos tienen una visión casi idéntica de cómo debe realizarse el film. A mí estas parejas de hermanos casi siameses me resultan un pelín siniestras, pero bueno, ellos sabrán. En este ciclo trataremos de analizar en profundidad su obra y ver si su reputación corresponde a lo que ofrecen artísticamente.

Su primer largometraje fue Blood Simple, realizado en 1984. La acción transcurre en Tejas, y arranca con una premisa muy sencilla: Abbyestá casada con Marty, el dueño de un club local. Él es un hombre algo tosco y extremadamente posesivo – se define a sí mismo como «anal»- y por ello la relación entre ambos está muy deteriorada. Cuando Ray, empleado del bar de Marty, le confiesa a Abby que ella siempre le ha gustado, las cosas caen por su propio peso. Los escarceos de la pareja llegan muy pronto a oídos de Marty, que había encargado a un orondo y no muy escrupuloso detective seguir a su mujer. Loco de celos, el marido engañado tiene muy claro que lo único que puede satisfacerle es el asesinato de los amantes. Para llevarlo a cabo recurre de nuevo al detective, confiando en que cumplirá el sucio encargo sin problemas a cambio de una generosa suma. Pero el aparentemente simple sabueso es más astuto de lo que parece.

Con este punto de partida, y usando apenas cinco personajes, se desarrolla una intriga muy efectiva. Los integrantes de la historia no están dotados de una especial profundidad, pero están bastante bien dibujados y resulta interesante ver sus interacciones. La trama funciona gracias a la información que el espectador conoce pero ellos ignoran: uno sabe que hay un asesinato, pero no quién es el autor; el asesino ignora que ha dejado una prueba que lo incrimina; otro ni siquiera sabe que hay un asesino suelto, y cuando lo descubre éste ya ha salido a su caza. Aparte de los giros del guión, también logra crearse tensión y sorpresa gracias a algunas secuencias muy bien planificadas.


«¡Oye, que yo no he hecho nada!»

Hay que destacar que, pese a tratarse de una opera prima y del limitado presupuesto, la película tiene una notable factura visual. Aunque los escenarios distan mucho de ser glamurosos, se les logra sacar un buen rendimiento mediante la puesta en escena. Los movimientos de cámara resultan también bastante creativos, y se nota cierta inquietud por no rodar de forma convencional. El trabajo interpretativo es muy correcto, destacando probablemente M. Emmet Walsh en el papel del detective, el personaje más pintoresco del film. Reseñable también el trabajo de Frances McDormand, a la que seguramente no escogieron por su atractivo físico, aunque su papel no lo requiere realmente. Los hermanos debieron quedar muy contentos con su trabajo, ya que la utilizaron en muchas de sus posteriores películas (claro que la cosa tiene truco, ya que Mc Dormand es la esposa del director, Joel Coen).La labor actoral es facilitada por unos buenos diálogos, y hay algunos momentos especialmente logrados; es un aspecto que ha dado celebridad a los hermanos en sus películas posteriores.

Aunque Blood Simple no es una película tremendamente ambiciosa, funciona muy bien dentro de su género y de sus propósitos, y es un producto con buen acabado. Podemos considerar a los hermanos cineastas artesanos, que ponen el peso de la película en el guión y en la creación de buenos planos, evitando trucos fáciles como las escenas de acción aparatosas o una excesiva recarga argumental. Quizá se le pueden reprochar al film algunas imágenes de violencia muy gráfica, recurso que en ocasiones impacta sin ofender y en otras sin embargo no resulta muy agradable. Seguramente éste sea el único aspecto de la película en que los Coen se entregan al efectismo. En definitiva, un primer trabajo muy interesante y de visionado agradable, especialmente recomendable para los que sientan curiosidad por conocer  los comienzos de los famosos hermanos.