El Gran Lebowski. Correcta pero insuficiente

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The Big Lebowski, EEUU, 1998 – Director: Joel Coen
Título español: El Gran Lebowski

Tras la peculiar Fargo, los Coen retoman con El Gran Lebowski el estilo de comedia gamberra de Arizona Raising, si bien vuelven a mezclar géneros una vez más. El foco se fija esta vez en Los Ángeles, durante nuestros días. El personaje central es Jeff Lebowski, más conocido como «The Dude» («El Nota» en la versión española), un auténtico inútil que se dedica a vivir sin dar un palo al agua, no se sabe bien cómo. Eso sí, es muy bonachón, fiel a sus amigos y «se toma la vida con filosofía». Esta plácida existencia se ve sobresaltada cuando unos cobradores de deudas asaltan su casa, le reclaman un dinero que no recuerda deber y para colmo le arruinan su alfombra favorita. Todo se debe a una confusión: los matones le han confundido con otro Jeff Lebowski, un acaudalado hombre de negocios de la ciudad (el «Gran Lebowski») cuya jovencísima esposa es demasiado aficionada a las compras. Cuando «the Dude» va a reclamar al otro Lebowski por su alfombra perdida, el millonario no quiere saber nada del asunto y lo manda a su casa. No obstante, pronto volverá a llamarle para que le ayude en un delicado asunto: su endeudada mujer ha sido secuestrada y necesita un intermediario para el pago del rescate. Comienza así una trama entre de humor absurdo e intriga con muchos vericuetos argumentales.

El Gran Lebowski se ha convertido en un film de culto, y hay incluso quien lo considera una comedia clásica, pero aunque es un trabajo estimable, llamarla clásico me parece muy exagerado. Es verdad que tiene momentos bastante conseguidos y que el personaje del «Dude» (el siempre fiable Jeff Bridges) se gana fácilmente la simpatía del espectador, pero la película es muy desigual, y ciertos son aspectos resultan muy poco convincentes. Tenemos el caso de Walter, el mejor amigo del «Dude», un tío realmente irritante con el que pasa casi todos sus ratos de ocio, jugando a los bolos en un trío completado por el apocado Donny (Steve Buscemi). Puedo creerme que el «Dude» aguante a un amigo tan pesado (todos conocemos casos así), pero no cuando las obsesiones de éste pueden meterlos en problemas serios con la ley o incluso poner en grave riesgo su vida. La trama de suspense tampoco se sostiene mucho: todas las partes implicadas, gente de poder e influencia, parece darle demasiada importancia y confianza al «Dude», un tipo que, a todas luces, es un verdadero desastre. Si bien es verosímil que algunos quieran usarlo como peón, no cuadra en absoluto que un personaje como el de Julianne Moore, una mujer totalmente racional y calculadora, le encargue ningún tipo de trabajo delicado.

El humor del guión alterna constantemente aciertos y errores. Entre los primeros se encuentra la famosa escena en la que, cuando un arrogante rival de la bolera (John Turturro) pronostica que aplastará al equipo del «Dude», éste le responde con toda la pachorra «That’s like, your opinion, man». También tiene su gracia, sin ser desternillante, la dinámica entre el asfixiante Walter y el sumiso Donny. Pero son muchas más las cosas que fallan: la escena en que Walter saca su pistola en la bolera por un asunto totalmente intrascendente parece sacada de Loca Academia de Policía; la banda de los «nihilistas», que se supone debe ser hilarante, es más bien sosa y tontorrona, y tiene un peso en la trama poco justificado; el recurrente gag de Walter relacionando todos los temas con la guerra de Vietnam naufraga muchas más veces de las que funciona. Un gag en torno a un pulmón artificial ejemplifica lo que falla en el humor de la película: chocante, sí, pero totalmente injustificado y sin valor cómico real.

En El Gran Lebowski veo los Coen un poco perdidos, incapaces de manejar eficientemente los elementos que ellos mismos han puesto sobre el tablero. La escena en la bolera con Turturro es mucho más graciosa que todas las de los nihilistas. ¿Por qué no se explotó más su personaje? Lo mismo se puede decir de un Sam Elliott con unas pintas y un vozarrón espectaculares, que ejerce de narrador, pero que sólo aparece en dos escenas, siendo escandalosamente desperdiciado. Sí es justo reconocer un notorio trabajo visual, con varias escenas fuera de lo común y muy bien rodadas, especialmente la secuencia onírica con su estética de musical, perfectamente lograda. La trama, si bien se sigue bastante bien, se enreda desmasiado, algo inncesario considerando el ligero fondo de la película.

En el aspecto actoral pueden hacerse pocos reproches, con un reparto «triple A»: además de a Bridges podemos ver a Philip Seymour Hoffman como el obsequioso criado de «El gran Lebowski», a Julianne Moore como su hija (para morbosos: sale totalmente desnuda), y a los «clásicos Coen» John Goodman, Steve Buscemi, Turturro y John Polito, que se presta a un nuevo cameo. El pobre John Goodman se lleva la peor parte, al tener que lidiar con Walter, un personaje deficientemente escrito y demasiado cansino. En suma, se trata de una película agradable pero algo fallida, lo que no quita para que gustara a un público seguramente acostumbrado a comedias más convencionales, sin la pátina de sofisticación y orginalidad de los Coen. Quizá El Gran Lebowski habría funcionado mejor en un formato de miniserie televisiva, con más énfasis en el mundo de los bolos, pero seguramente esto nunca lo sabremos.
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