Ha pasado más de un cuarto de siglo desde el estreno de esta obra en Francia, donde ha batido récords de longevidad en cartelera. Teniendo en cuenta el éxito de otros trabajos de Francis Veber en nuestro país (La cena de los idiotas, Salir del armario…), Aquí un amigo ofrecía una razonable garantía de éxito para la compañía que se decidiera a importarla. Y ésa ha sido la apuesta del veterano Jaime Blanch, que dirige y protagoniza la versión española de esta obra, cuyo título original (L’Emmerdeur) seguramente sería mucho menos amable de haberse traducido de forma literal. Blanch quizá no os suene mucho por el nombre, pero se ha hartado de hacer televisión y teatro, su cara es instantaneamente reconocible. Yo le conozco sobre todo por el apotéósico culebrón español Obsesión, donde tuvo la suerte de compartir reparto durante ciento y pico capítulos con la indescriptiblemente bella Vanesa Cabeza, haciendo de su padre.
La premisa de la obra es bien sencilla: en un hotel fráncés se alojan, en habitaciones contiguas comunicadas por una puerta interior, un asesino a sueldo y un fotógrafo fracasado y extremadamente locuaz. Este último, François Pignon, acaba de ser abandonado por su mujer y su intención más o menos inmediata es suicidarse. El objetivo del asesino, por otro lado, es eliminar al testigo clave de un caso contra la mafia, el cual está a punto de llegar al Palacio de Justicia, situado frente al hotel. El problema para este «profesional» es que Pignon, debido a su gran torpeza, arma un gran estrépito durante su intento de suicidio, lo cual alarma al botones del hotel, quien resuelve llamar a la policía. Obviamente esto es lo último que desea su vecino de habitación, quien a partir de ese momento se hará cargo de «consolar» al desolado fotógrafo.
Al ser una obra de edad ya respetable, no sé si Veber tomó de otra parte el estereotipo del asesino que ha de lidiar con una persona «normal» o si fue de los primeros en usar esta temática. En cualquier caso, la premisa inicial da sensación de cosa ya vista, pero pese a ello la obra funciona muy correctamente. El guión los mantiene en un conflicto permanente, propiciado sobre todo por lo cargante del personaje de Pignon, que parece incapaz de callarse y no fue concebido precisamente para que el público se identificara con él.
Más agradecido es el papel del asesino, interpretado por Ramón Langa. Poseedor de una de las dos o tres voces más reconocibles de nuestro país (como sabréis dobla a Bruce Willis, además de haber hecho cientos de anuncios), es una auténtica pena que este actor no se haya prodigado más delante de las cámaras, pues tiene talento y presencia de sobra para ello (vamos, prefiero verle a él mil veces antes que a Resines o a Coronado).
Aunque quizá no hay momentos de grandes carcajadas ni gags especialmente memorables, la tensión cómica se mantiene en todo momento, pero para que funcione la tirantez entre los dos protagonistas el libreto tiene que hacer concesiones: sinceramente, dudo que un asesino tan despiadado como el que se nos pinta tuviera la paciencia necesaria para soportar a Pignon, que no lo deja apenas un respiro; antes tomaría medidas drásticas o directamente optaría por ignorar a su insoportable vecino.
El trabajo de los actores, como era de esperar, es totalmente irreprochable, tanto el de los dos principales -que parecen disfrutar bastante sus papeles- como el de los secundarios. A destacar la voz de Miguel Ángel Fernández -el amante de la mujer de Pignon-, que podría trabajar en doblaje perfectamente, y el rotundo físico de la muy atractiva Maribel Lara, que encarna a la esposa huida. Curiosamente, en el cartel de la obra se destaca a César Diéguez -el botones-, pese a tratarse de un actor semidesconocido; apuesto a que ser el ayudante de dirección de la obra y amiguete de Blanch habrá influido en esto.
En definitiva, un ofrecimiento cómico interesante donde destaca sobre todo el trabajo actoral. Aunque probablemente no es la mejor comedia de la cartelera actual, Aquí un amigo garantiza el entretenimiento en todo momento y difícilmente decepcionará a quien se acerque a disfrutarla.