Los cuponcitos del Día


No es el de mi casa, pero os hacéis una idea.

Los Maxi Día son unos establecimientos de lo más interesantes para el consumidor. Sin ser exactamente glamurosos, trascienden la sordidez de los Día normales, son bastante más amplios y mantienen sus buenos precios. Como tengo uno a dos minutos de casa, compro allí con cierta frecuencia. Algo que no deja de asombrarme es que al final de cada compra te entregan una ristra de cuponcitos con descuentos para toda clase de productos.  La idea es guardarlos, estudiar la oferta que más te conviene y canjearlos en posteriores compras. Sin embargo, jamás se me ha pasado por la cabeza usarlos. Y es lógico: no tiene ningún sentido que un varón heterosexual con la treintena ampliamente superada desperdicie su cada vez más preciado tiempo en ver si puede ahorrarse un 20% en bollería marca Panrico, 3 euros en el licor Martínez, o llevarse una segunda lata de berberechos gratis. De hecho, tampoco creo que el ama de casa media se moleste con los cupones, a menos que sea una entusiasta de los microdescuentos o una fetichista del papel. El ahorro es demasiado pequeño y el sistema demasiado farragoso e incómodo. Yo particularmente soy alérgico a los papelotes, y lo último que quiero es tener que guardar docenas de ellas para ahorrar, qué sé yo, ocho euros en un mes.

Señores del Día, el tercer milenio ya está bien entrado y estas cosas deberían hacerse automáticamente. Con la tarjeta del Carrefour, por ejemplo, se te va acumulando un ahorro, y cada cierto tiempo te dan un cupón de descuento para cualquier compra que realices, sin distición de marcas, cantidades y demás. Eso sí que es práctico y transmite la sensación de que la tarjetita sirve para algo. También te dan cupones para productos específicos, sí, pero muchos menos que en el Día, y a veces hay descuentos realmente interesantes, como el 50% en un mp3 y cosas así. Lo más gracioso es que la cadena Día pertenece a Carrefour, pero mientras que la casa madre tiene un sistema eficiente, la filial usa uno cutre y desfasado. A mí lo de los cupones me suena a posguerra y cartillas de racionamiento (bueno, en Cuba tienen de esas sin posguerra ni nada, ¡viva el sosialismo!). También invocan recuerdos remotos de los supermercados Spar (los del logo del abeto), con sus cartillas en las que ibas pegando puntitos. Curiosamente, el mismísimo Corte Inglés ha recuperado lo de los puntitos pegables recientemente en sus hipermercados, para regalar unas maletas horribles que por lo visto no podían colocar en ningún lado. Aunque la iniciativa era un espanto, para mi asombro he visto a gente que se tomaba la molestia de reunir los puntos e irlos pegando. En fin, ya ven que en todas partes cuecen habas.

Hace poco han abierto un Lidl exactamente al lado del Maxi Día (práctica muy habitual hoy día, por lo que parece). Como saben, se trata de una potentísima cadena alemana con productos de buena calidad y excelentes precios. Concretamente, en cuestión de chocolates nada supera a estos supermercados. Además, todo es más nuevo y pulcro en este Lidl: el local recién reformado (antes era un Plus), el aparcamiento con su asfalto perfecto y sus líneas absolutamente nítidas, la iluminación interior… incluso las empleadas (todas chicas, ¿discriminación?) tienen que tratarse entre ellas por su apellido: «Gutiérrez, ve al líneal de lácteos». Se respira eficiencia alemana por todas partes. Por ello, pensaba que el nuevo súper arrasaría al Maxi Día y sus cuponcitos, pero parece ser que no: al parecer ambos supermercados se complementan, y se han convertido en el centro neurálgico del descuento de mi ciudad, atrayendo a una buena parte del lúmpen local. Ya ven que el poder del capitalismo bien aplicado es difícil de parar, señores. Incluso poniendo por medio unos horribles cupones.

Aquí un amigo: dos actores a sus anchas

Ha pasado más de un cuarto de siglo desde el estreno de esta obra en Francia, donde ha batido récords de longevidad en cartelera. Teniendo en cuenta el éxito de otros trabajos de Francis Veber en nuestro país (La cena de los idiotas, Salir del armario…), Aquí un amigo ofrecía una razonable garantía de éxito para la compañía que se decidiera a importarla. Y ésa ha sido la apuesta del veterano Jaime Blanch, que dirige y protagoniza la versión española de esta obra, cuyo título original (L’Emmerdeur) seguramente sería mucho menos amable de haberse traducido de forma literal. Blanch quizá no os suene mucho por el nombre, pero se ha hartado de hacer televisión y teatro, su cara es instantaneamente reconocible. Yo le conozco sobre todo por el apotéósico culebrón español Obsesión, donde tuvo la suerte de compartir reparto durante ciento y pico capítulos con la indescriptiblemente bella Vanesa Cabeza, haciendo de su padre.

La premisa de la obra es bien sencilla: en un hotel fráncés se alojan, en habitaciones contiguas comunicadas por una puerta interior, un asesino a sueldo y un fotógrafo fracasado y extremadamente locuaz. Este último, François Pignon, acaba de ser abandonado por su mujer y su intención más o menos inmediata es suicidarse. El objetivo del asesino, por otro lado,  es  eliminar al testigo clave de un caso contra la mafia, el cual está a punto de llegar al Palacio de Justicia, situado frente al hotel. El problema para este «profesional» es que Pignon, debido a su gran torpeza, arma un gran estrépito durante su intento de suicidio, lo cual alarma al botones del hotel, quien resuelve llamar a la policía. Obviamente esto es lo último que desea su vecino de habitación, quien a partir de ese momento se hará cargo de «consolar» al desolado fotógrafo.

Al ser una obra de edad ya respetable, no sé si Veber tomó de otra parte el estereotipo del asesino que ha de lidiar con una persona «normal» o si fue de los primeros en usar esta temática. En cualquier caso, la premisa inicial da sensación de cosa ya vista, pero pese a ello la obra funciona muy correctamente. El guión los mantiene en un conflicto permanente, propiciado sobre todo por lo cargante del personaje de Pignon, que parece incapaz de callarse y no fue concebido precisamente para que el público se identificara con él.

Más agradecido es el papel del asesino, interpretado por Ramón Langa. Poseedor de una de las dos o tres voces más reconocibles de nuestro país (como sabréis dobla a Bruce Willis, además de haber hecho cientos de anuncios), es una auténtica pena que este actor no se haya prodigado más delante de las cámaras, pues tiene talento y presencia de sobra para ello (vamos, prefiero verle a él mil veces antes que a Resines o a Coronado).

Aunque quizá no hay momentos de grandes carcajadas ni gags especialmente memorables, la tensión cómica se mantiene en todo momento, pero para que funcione la tirantez entre los dos protagonistas el libreto tiene que hacer concesiones: sinceramente, dudo que un asesino tan despiadado como el que se nos pinta tuviera la paciencia necesaria para soportar a Pignon, que no lo deja apenas un respiro; antes tomaría medidas drásticas o directamente optaría por ignorar a su insoportable vecino.

El trabajo de los actores, como era de esperar, es totalmente irreprochable, tanto el de los dos principales -que parecen disfrutar bastante sus papeles- como el de los secundarios. A destacar la voz de Miguel Ángel Fernández -el amante de la mujer de Pignon-, que podría trabajar en doblaje perfectamente, y el rotundo físico de la muy atractiva Maribel Lara, que encarna a la esposa huida. Curiosamente, en el cartel de la obra se destaca a César Diéguez -el botones-, pese a tratarse de un actor semidesconocido; apuesto a que ser el ayudante de dirección de la obra y amiguete de Blanch habrá influido en esto.

En definitiva, un ofrecimiento cómico interesante donde destaca sobre todo el trabajo actoral. Aunque probablemente no es la mejor comedia de la cartelera actual, Aquí un amigo garantiza el entretenimiento en todo momento y difícilmente decepcionará a quien se acerque a disfrutarla.

Los parques de Madrid

Empezamos sin más dilación, con un tema apasionante del que hace tiempo que quería escribir. Se trata de los parques, esos pedacitos de naturaleza que hemos tenido a bien esparcir por sus ciudades y que tanto bienestar nos proporcionan. Bueno, lo de pedazos de naturaleza hay que matizarlo: Michael Crichton decía algo así como que la gente en realidad odiaba la naturaleza -un lugar a todas luces inhóspito para el ser humano-, y lo que en realidad le gustaba era una versión «domada» de la misma, donde aún podía disfrutar de un confort razonablemente parecido al de la civilización. Se refería a lugares como los refugios de montaña, los bosques cercanos a las ciudades, etc. Yo coincido con la visión del recientemente fallecido escritor, pero creo -y seguramente él también lo hacía- que una naturaleza suavizada no tiene nada de malo. El concepto alcanza su máxima expresión en los parques urbanos, que cuando están bien concebidos logran transmitirnos el verdor y el apacible aire de los bosques a tan sólo unos pasos del bullicio de la ciudad.

Un paseo por el parque puede parecer a priori aburrido, pero en realidad es una experiencia muy placentera y relajante. En esta entrada voy a repasar varios de los parques de la Comunidad de Madrid, dando mi valoración personal de cada uno, tanto en términos estéticos como de la experiencia general que transmiten. Cada comentario irá acompañado de una galería gráfica realizada con mi cutre pero fiel cámara Olympus. Empezamos nuestro recorrido por el…

Parque del Oeste: Joya escondida

Galería fotográfica

Uno de los rincones más especiales de Madrid. Situado en el barrio de la Moncloa, es característico por su gran masa verde y por los desniveles que presenta su superficie, llena de cuestas y pequeñas colinas, lo que le confiere una sensación muy cercana a pasear por un entorno natural. Gracias a su respetable tamaño y sus tupidas arboledas, el Parque del Oeste logra una gran sensación de aislamiento de la ciudad. Éste es uno de los aspectos que más valoro en un parque, y por ello cada reseña incluirá una nota al respecto. Paseando por este rincón verde realmente parece mentira que estemos a pocos metros de uno de los nudos de tráfico más congestionados de Madrid.

Como ocurre en muchos otros parqués, existe una ruta botánica que podemos seguir a través de carteles colocados al efecto. La ruta del Parque del Oeste tiene un especial interés por la variedad de especies que ofrece, traídas de puntos muy variados del mundo. Es posible encontrar incluso secuoyas, aunque no del tamaño descomunal de las que existen en los bosques americanos, eso sí. Pese a su situación céntrica, no es un parque de gran afluencia, debido probablemente a lo irregular de su terreno. Sus principales visitantes son estudiantes universitarios, cosa normal dado que se encuentra muy cerca de las principales facultades de la capital. Durante un tiempo, el parque fue víctima del infame botellón nocturno, amaneciendo los sábados y domingos con un aspecto realmente desolador, pero por suerte esto ya no ocurre. Al ser un parque relativamente poco visitado, también es escasa la afluencia de ciudadanos extranjeros, esos que tanto han enriquecido la vida de la capital, y concretamente de zonas verdes como la Casa de Campo. En otras palabras, éste es un lugar es muy adecuado para cualquier paseante en busca de sosiego. Hay que destacar la ausencia de asfalto en el parque, pudiendo ser recorrido por completo pisando tan sólo tierra y césped. Existen, eso sí, unos pequeños caminos enlosados, bastante bonitos y que se integran bien en el entorno.

Seguramente lo mejor del Parque del Oeste sean sus fantásticas avenidas arboladas, perfectas para pasear y -por qué no- para que los avispados galanes madrileños camelen a las chicas. En la línea central de estas avenidas encontramos varios bancos, que contribuyen al ambiente y son un lugar pefecto para conversar o descansar. Las avenidas adquieren un aspecto fantástico en los meses del otoño, cubriéndose de hojas caídas y adoptando los cálidos colores típicos de la época.

Otro atractivo es el pequeño riachuelo que discurre en uno de los márgenes del parque, que cuenta incluso con pequeños puentes y cascadas. No es el único atractivo acuático, ya que en otro punto existe una pequeña laguna con un surtidor en el centro. Teniendo en cuenta todo esto, no es de extrañar que algunas parejas aprovechen el parque para sus encuentros «más intimos», pero éste es un uso del parque realmente chusco y recomendaría otros sitios de Madrid para tales menesteres (por ejemplo un hostalito). Hay que destacar también la existencia de nidos de ametralladoras erigidos durante la Guerra Civil. Pese a los momentos dramáticos que debieron vivirse en ellos, hoy están cubiertos de vegetación y no son más que otro elemento del parque.

Por último, hacer mención a la excelente situación de esta zona verde, a muy pocos minutos de la Rosaleda y del Templo de Debod, haciendo posible un largo y placentero paseo para aquel que quiera tomarse el tiempo necesario. En suma, el Parque del Oeste es una excelente elección para el amante de los espacios verdes en Madrid, con el aliciente de que en Otoño seguramente se convierte en el rincón más romántico de la ciudad.

Estética y belleza natural: 9

Aislamiento de la ciudad: 8

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Parque del Buen Retiro: La masificación

Galería fotográfica

Sin duda el parque más popular de la capital, aunque para mi gusto uno de los menos interesantes. Debido a su gran tamaño y a su situación recibe un gran número de visitantes, especialmente los fines de semana. Es un parque «de asfalto», en el que se avanza por anchas avenidas cubiertas de este material y no se permite pisar el césped. Así que árboles, haberlos haylos, pero no tendrás mucho contacto con ellos. Es célebre por su gran lago, en el que es posible alquilar una barquita y remar. A orillas del lago hay una placita muy interesante, rodeada de bellas columnas y con un alto pedestal rematado en un monumento ecuestre.

Al ser visitado por tanta gente y estar asfaltado, realmente no hay mucha diferencia con ir por alguna avenida grande de la ciudad, y el bullicio es parecido. El ruido ha aumentado en los últimos años merced a nuestros queridos visitantes de más allá de nuestras fronteras, que tienen a bien deleitarnos con incesante música de bongos y otros instrumentos exóticos. Lo mejor para pasar una tarde tranquila. Hay también gran profusión de adivinadores, saltimbanquis, gitanas y demás especies. En general es un parque muy «multicultural», y algunos de sus rincones tienen un tono decididamente «oscuro». Unos habitantes famosos del parque son sus ardillas, cuya población al parecer disminuyó bastante porque la gente se las llevaba a casa como mascotas. Ahora mismo no sé en qué situación se encuentran..

Sin duda el rincón más bello del Retiro es el Palacio de cristal, tanto por el material con que está construído como por su arquitectura. Cuenta con su propio laguna, situada justo enfrente, y en los atardeceres emite unos reflejos bellísimos que merece la pena ver. Hay otros lugares interesantes en el parque, pues pese a la masificación, por su gran superficie tiene bastante que ver si nos tomamos un tiempo. En la galería fotográfica podéis ver algunos de estos lugares.

En resúmen, no es un mal parque pero resulta demasiado urbano para mí. La ciudad está visible en cada momento y es difícil encontrarse a solas o tranquilo en él. Indicado si tienes más de 60 años y no quieres complicarte demasiado la vida, eso sí, buscando sus rincones más sosegados.

Estética y belleza natural: 6

Aislamiento de la ciudad: 3

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Jardines del Moro: Regios y bonitos

Galería fotográfica

Enclave histórico situado al principio de la Cuesta de San Jerónimo. Pese a esta céntrica localización, justo al lado de la ruidosa glorieta de Príncipe Pío, el parque logra envolver de forma sorprendente, y es un lugar de gran sosiego. Ni que decir tiene que uno de sus atractivos son las espectaculares vistas del Palacio Real, aunque como parque tiene sus propias cualidades. Los Jardines del Moro, de dimensiones relativamente limitadas, tienen una configuración bastante cuidada y nos ofrecen un aire clásico y casi lírico en algunos rincones. En su parte más externa presenta una tupida arboleda, con árboles muy bellos, algunos de gran altura, y pequeñas extensiones de bambú. Las especies dominantes del parque son coníferas, dándole un cierto ambiente nórdico al conjunto. En su parte más interior encontramos caminos de tierra que nos llevan por sus distintas zonas, en las que podemos encontrar una jaula de aves terrestres. De hecho, por el recinto del parque caminan libremente uno o dos pavos reales, cuya majestuosa visión es uno de los mayores alicientes para el visitante. Existe también un jardín, bonito aunque de dimensiones reducidas.

Lo más destacable de esta parte interna del parque son las construcciones que se alzan en el mismo, vacías y cuya función desconozco, pero que aportan un toque decididamente pintoresco. Una de ellas es una cabaña tropical que no desentonaría en ninguna película de aventuras, y la otra una vivienda campestre de arquitectura muy atractiva. Me pregunto cómo se cotizarían estas dos casas si estuvieran en el mercado… un detalle no muy agradable son los coches de policía que patrullan regularmente por el recinto. Aunque esto es inevitable al estar anexo al palacio, desde luego no es lo mejor para disfrutar un tranquilo paseo. A la hora del cierre del parque, desde estos coches se conmina a los visitantes a abandonar el mismo. Con todo, es una visita que sin duda merece la pena, y que puede sumergirnos en un ambiente sosegado y verde directamente entroncado con el pasado de la capital, a tan sólo unos minutos del centro.

Estética y belleza natural: 8

Aislamiento de la ciudad: 7

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Dehesa de la Villa: Pinos y deporte

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La Dehesa de la Villa no es un lugar precisamente céntrico, hay que buscarlo expresamente para llegar allí. Un paseo de cinco minutos desde el metro Francos Rodríguez nos llevará a esta extensa superficie que podemos calificar más de arboleda que de parque. La especie dominante es el pino ibérico. Adentrándonos en la Dehesa de la Villa encontramos un circuito concebido para el paseo y el ejercicio; este circuito es la zona más frecuentada del parque, ascendiendo desde la base hasta la cima de la colina rodeando la misma. En el trayecto podemos encontrar aparatos dispuestos para ayudar a realizar distintos ejercicios.

Estética y belleza natural: 6

Aislamiento de la ciudad: 6

Juan Carlos I: La inmensidad

Galería fotográfica

Estética y belleza natural: 9

Aislamiento de la ciudad: 8