El Drácula de la Hammer


Dracula – Dir: Terence Fisher – Reino Unido, 1958

Después de las dos modestas producciones de la Universal sobre los «hijos de Drácula», el conde no volvió a aparecer en un film de entidad hasta dos décadas después. En 1958 la productora británica Hammer decidió apostar nuevamente por el personaje, dándole un nuevo enfoque: se optaría por el cine espectáculo, con buenas dosis de acción y aventura, una exuberante fotografía en color y un no desdeñable componente erótico. El título del nuevo film sería simplemente Dracula, aunque en los EEUU se la conoce como Horror of Dracula, ya que curiosamente el clásico de Lugosi aún se exhibía en algunos cines en la época. El personaje titular sería interpretado por Christopher Lee, actor inglés que a sus 36 años contaba ya con una dilatada trayectoria. El de Drácula es el papel con el que más se le identifica, aunque curiosamente apenas tiene unas líneas de diálogo en todo el film.

A diferencia de la película de la Universal, esta vez es Jonathan Harker, y no Renfield, quien visita el castillo de Drácula, pero hay diferencias significativas respecto a la novela: Harker no va a venderle ninguna propiedad al conde, sino que va a trabajar para él como bibliotecario, y algo más importante: no acude allí ignorante de la naturaleza del aristócrata, sino plenamente consciente de su condición vampírica, y con la intención de eliminarlo en alianza con su mentor, el profesor Van Helsing. Como mencioné antes, el planteamiento de la Hammer está enfocado a la aventura, con Van Helsing y sus aliados como héroes y Drácula como villano.

Otra desviación respecto a la novela es que toda la acción transcurre en Alemania (¿homenaje a Nosferatu?), y aunque el castillo del conde se encuentra en unas apartadas montañas, es posible llegar hasta la civilización en el mismo día usando un coche de caballos. Esto resta algo de escala a la historia, pero permite que la acción se desarrolle de forma más dinámica. El castillo está lejos de la decadencia descrita por Stoker, sino que se encuentra en esplendor, y el conde no es un personaje decrépito sino joven y vigoroso. Muy pronto hace aparición una «novia de Drácula», una morenaza de escote más que generoso que asegura estar prisionera del conde, pidiéndole ayuda a Harker. De hecho, todas las mujeres que aparecen en estos films de la Hammer son muy atractivas y de curvas pronunciadas, algo que sin duda agradece el público masculino.

Tras los hechos acaecidos en el castillo arranca la segunda parte de la película, donde se producen nuevas desviaciones respecto a la novela. Como en otras películas, los nombres y los parentescos de los personajes un baile, y Mina se convierte la esposa de Arthur Holmwood, mientras que Lucy pasa a ser hermana de Arthur. También es la prometida de Jonathan, y se haya esperando su regreso. El Dr. Seward, por su parte, no es más que el médico de la familia, y no hay mención ni al sanatorio mental ni al comemoscas Renfield (¡por fin!). Arthur está interpretado por Alfred Gough, gran veterano del cine al que es fácil recordar en tiempos recientes como el mayordomo de las tres primeras películas de Batman. Mina por su parte está encarnada por la bella actriz rubia Melissa Stribling. Cuando Van Helsing se presenta en la residencia de los Holmwood para traer noticias de Jonathan, Lucy ya se encuentra enferma, mostrando los mismos síntomas que sufre en la novela (palidez, debilidad…). El profesor comprende enseguida lo que ocurre, y da órdenes de cerrar su habitación por las noches y colocar flores abundantes de ajo en la misma.

Van Helsing reclutará a Arthur para luchar contra los vampiros, y aunque éste al principio se niega a creer en ellos, no tiene más remedio que hacerlo cuando ve los estragos que provocan con sus propios ojos. El profesor es más joven y enérgico que en la novela, y no duda en emprender una vertiginosa persecución a pie o entablar combate personal cuando es necesario. El de Van Helsing fue uno de los papeles más emblemáticos del legendario Peter Cushing, y lo volvería a encarnar en varias películas. Su interpretación es muy solvente, dotando al gran personaje de gran resolución y autoridad. Christopher Lee apenas habla y aporta principalmente presencia, lo cual no impedió que interpretara al personaje en varias películas, algunas mucho más fieles al original, como veremos en artículos posteriores. Su atavío es muy parecido al de Lugosi, vistiendo capa y ropa de etiqueta. Un elemento de la novela que aparece por primera vez en pantalla es el fonógrafo que usaba el Dr. Seward para grabar su diario, y que en esta versión utiliza Van Helsing para hacer lo propio. También vemos una transfusión sanguínea para contrarrestar los efectos de las mordeduras vampíricas.

El guión reduce al máximo el número de acontecimientos y personajes del libro, y aunque es menos teatral que la versión de Lugosi no es mucho más fiel argumentalmente. Lo que no se puede negar es que el director, Terence Fisher, imprime un ritmo muy vivaz a la película, la cual dura sólo una hora y 20 minutos, y le da un estilo visual muy definido y colorista. Así, aunque es un título para el gran público, se tratan de lograr buenos resultados artísticos. Añadir que, siendo este el primer Drácula inglés, resulta un aliciente disfrutar la interpretación de buenos actores británicos y de sus musicales acentos.

En esta versión de la historia se refuerzan algunos aspectos de la mitología vampírica, mientras que otros pirden importancia: por ejemplo, los vampiros no son capaces de transformarse en ningún animal ni de volar (aunque sí conservan su enorme fuerza). Sin embargo, los artefactos religiosos tienen más eficacia que nunca: el crucifijo no sólo repele a las personas vampirizadas, sino que les quema la piel al menor contacto. Ni siquiera es necesario tener un crucifijo propiamente dicho: cruzar dos palos en forma de cruz bastará para rechazar al vampiro. Esto resulta un curioso contraste con la versión de Coppola filmada en los 90, en la que Drácula muestra bastante resistencia a los objetos de la liturgia por haber servido al Dios cristiano en vida. La luz del sol es la mayor debilidad de los no-muertos en esta versión, y al igual que ocurría en Nosferatu y El hijo de Drácula,  resulta letal para ellos.

Al final de la película podemos ver un emocionante duelo entre Van Helsing y el conde, que si bien apenas tiene nada que ver con el clímax de la novela, sí que recupera la idea de terminarla historia con una escena de acción y persecución. Esta versión del 58 tuvo mucho éxito de público, y aún hoy es recordada con todo merecimiento entre los seguidores del fantástico. Por su originalidad y atractivo estético supone un gran aporte al mito, y no dudo en recomendar su visionado.


The brides of Dracula – Terence Fisher – Reino Unido, 1960

La secuela llegó poco después. Fisher y la Hammer, al igual que la Universal, no usaron ninguna triquiñuela argumental para resucitar al conde, así que Christopher Lee no participó en este film, según se dice porque habrían tenido que pagarle demasiado. Así pues, el nombre «Drácula» tan sólo sirve de reclamo en esta entrega, y el conde se menciona sólo de pasada. La historia es simple pero distraída: Una encantadora señorita de nacionalidad francesa, Marianne, es contratada para dar clases en un internado femenino alemán. Antes de lllegar se ve obligada a hacer noche en un castillo señorial, propiedad de una anciana baronesa que la acoge amablemente pero que parece presa de una enorme preocupación. Pronto Marianne descubre el motivo de su pesar: la señora tiene un hijo, pero debido a una terrible enfermedad se ve obligada a tenerlo prisionero en una apartada ala del castillo. Por azar, la joven acaba encontrándose con el desgraciado hijo de la baronesa, quien le asegura que no tiene ninguna enfermedad y le ruega que lo deje libre. Como Marianne lo encuentra sincero, empieza a dudar y a preguntarse cuál será la decisión correcta.

Unas escenas después aparece la estrellota del film, Peter Cushing, que reedita su papel de Abraham Van Helsing para alegría de sus seguidores. En cuanto aparece en escena, encontrando a Marianne inconsciente a las afueras del castillo, sabemos que la cosa empieza en serio. La razón de su estancia en el pueblo es la repentina muerte de una  joven, cuyo cadáver ha aparecido totalmente blanquecino y (sorpresa) con dos pequeñas marcas en el cuello. Van Helsing confirma al sacerdote local, que es quien le ha llamado, que están enfrentándose a un vampiro, concretamente a una de las víctimas de Drácula, que extienden su culto «de forma infinitamente lenta, pero imparable». El erudito acompañará a Marianne a presentarse al internado, lleno de jóvenes y hermosas damitas, y a continuación empezará su caza del vampiro, empezando por la desdichada joven muerta, que pronto despertará de su sueño. Pero el peligro no ha hecho más que comenzar, y en seguida se descubrirá que todas las chicas del internado están en peligro. Además, Marianne sorprenderá a todos anunciando que se ha comprometido con cierto joven.

Van Helsing action!

El argumento de la película es poco menos que una excusa para mostrar a jovencitas vampirizadas en ropa de cama, a un vampiro maloso y sobre todo a Van Helsing haciendo sus cosas. De nuevo el metraje es reducido y la historia se desarrolla rápido, con varias escenas de acción. La actriz francesa que interpreta a Marianne, Yvonne Morlaur, es una chica muy guapa, de rasgos llamativos y buenas curvas, cumpliendo plenamente los requisitos del «modelo Hammer», y aunque su acento afrancesado da un poco el cante hace un trabajo muy digno. Cushing, por supuesto, está enorme, y sólo por interpretación vale la pena ver la peli. Entre sus escenas destaca una de gran impacto, en la que Van Helsing nos descubre un nuevo método para sanar la mordedura de un vampiro. También se introduce una nueva forma de acabar con estas criaturas, aparte de la tradicional de la estaca: quemarlos por completo. Curiosamente, se cambia la doctrina de la primera peli respecto a las transformaciones, y el profesor asegura esta vez que «algunos vampiros pueden convertirse en murciélagos». Supongo que es lo que la gente espera, ver murciálagos en películas de vampiros. El único actor que chirría un poco es David Peel como el barón vampirizado, demasiado rubio y blando para resultar convincente, aunque tampoco distrae demasiado.

Las novias de Drácula es inferior a la primera película, pero pese a ello se deja ver perfectamente y conserva varias de las virtudes de su predecesor. Nuevamente destacan el color y la fotografía, reflejando con mucho acierto el ambiente de un pueblo alemán del siglo XIX, y ver a Cushing como Van Helsing siempre es un placer. Aunque se echa de menos el antagonismo con un enemigo más poderoso, no hay momentos de aburrimiento y todo fluye rápidamente, en ese estilo que tan bien se adaptaba a las sesiones matinales de los sábados. En suma, película muy entretenida y recomendada, igual que su antecesora.

La superestupidez ecologista

Nuestro mundo ha llegado a un estado tan absurdo e infantilizado que se ha llenado de adultos comportándose como niños y creando opinión a nivel mundial. Algunos incluso dirigen países. Un ejemplo paradigmáticos de este fenómeno es el pensamiento ecológico memo y su campaña propagandística a nivel mundial, ilustrada ejemplarmente por esta portentosa portada de Vanity Fair:

Esta cosa fue excretada en Mayo del año 2006. Vanity Fair una revistilla vacua pero con ínfulas, cruce entre el Interviú, el Fotogramas y el Hola, cuya portada siempre está ocupada por el alguna celebrity, de ahí lo de la «hoguera de las vanidades». Su especialidad son las famosas preñadas que posan en pelotas con su bombo, haciendo así algo muy audaz y transgresor, pero sin que se les vea el potorro. No hace mucho sacó también en portada a Miley Cyrus (Hannah Montana) tapada sólo con una sabanita, montándose un escándalo absolutamente artificial y subnormaloide. Resumiendo, un magazine para gente que piensa que Sandra Bullock o Jennifer Aniston son gente interesantísima. En el año 2006, en un brainstorming editorial, alguien debió decir: «¿qué es lo más in del momento?» Y alguien respondió: «Estamos destruyendo el mundo». «¡Mola! ¿Qué tal si hacemos un Número Verde (TM) sacando en la portada a un montón de Gente Buena para contarle al pueblo americano cómo podemos salvar el planeta de esos cerdos republicanos?» «¡Jodidamente brillante!» Dicho y hecho. Poco después se ponían delante del objetivo la ultramoña Julia Roberts, que desempolvó el traje de Campanilla que usó en Hook -ese engendro-; el crápula Yors Cluni, que ha anunciado desde trajes de Emidio Tucci a Martini, pasando por cafeteras monodosis, y que pensó «¿por qué no hacer también un anuncio de Cambio Climático?»; el borderliner Al Gore, que después de ser pateado en las elecciones del 2000 decidió vengarse del mundo metiéndose a redentor de saldo con su ciencia de todo a 100; y Robert Kennedy, que nadie sabe quién es ni le importa un pimiento, pero es un Kennedy, y por lo tanto es guay y moderno.

Y ahí están los cuatro, Julia vestida de Campanilla y los otros de Coronel Tapioca, tan buenos ellos, tan concienciados… joder, me siento un puto contaminador, voy a ir al infierno por apoyar la energía nuclear (porque es mala, ¿no? ¡Lo dicen en Los Simpson!). Lo que más mola son los titulares: Esta gentuza llama nada menos que a UNA NUEVA REVOLUCIÓN AMERICANA. Ou Yeah. Frirous de Maíz! Claro, la maruja o el oficinista que leen el Vanity Fair en la pelu o en la pausa de la comida miran la revista y dicen «¡Coño! ¡Hay que hacer una revolución!» Seguro que al día siguiente venden su cochazo ultracontaminante, dejan de tirar mierda por la calle o desinstalan el aire acondicionado de su casa. Think Green! O quizá escriban a su diputado (en América se hacen esas cosas) y le pidan aprobar alguna ley que deje bien jodido al empresariado local limitándole las emisiones contaminantes. Sí, esto último es bastante más probable, que lo otro es mu sacrificao.

Pero el titular de la izquierda es el que tiene más miga: Una amenaza más grave que el terrorismo. ¿Qué partes de Nueva York, Washington y otras ciudades americanas quedarán bajo las aguas? Lástima que no fuera la redacción de Vanity Fair, joder. ¿Se puede hacer un titular más falaz, sensacionalista y cretinoide? Es posible, pero no sé cómo. Obviamente, la base científica para el articulito la proporcionó Al Gore, que casualemente estrenaba su libelo Una verdad gilipollesca ese mismo año. Ya saben, esa peli de miedo que nos advierte de la extinción de los osos polares (población actualmente en máximos históricos) y de los miles y miles de refugiados que provocaría la subida del nivel del mar (aún estamos esperando), peli que gracias a los sociatas va a ponerse en los colegios para que los niños sean perfectos cretinos ecoagilipollados antes de cumplir los 12 años. Ni al Huxley se le ocurrió algo así, oye. A mí, que no soy yanki, me parece tremendamente sangrante que una revistucha cateta se permita despreciar a los muertos del terrorismo diciendo que la subnormalidad del calentamiento es más peligrosa; así que no consigo imaginar cómo se pudieron sentir al verla las víctimas o los familiares de cualquier fallecido en el 11-S, Irak, Afganistán…

Pero seguramente lo más maravilloso del «Green Issue» es que algún asesor de ZP vio la portada en cuestión, se la sopló al gran líder, ¡¡y el tío repitió el titular estrella como si fuera de su cosecha!! Sí, hombre, ¿no se acuerdan? Cumbre iberoamericana de Noviembre de ese mismo año. Habla Mr. Bean: «El cambio climático ha provocado ya más muertos que el terrorismo internacional». Luego se extiende: «La desertificación ha forzado ya el desplazamiento de 25 millones de personas y, en 2100, un tercio del planeta podría no ser cultivable. Siendo indiscutiblemente un enemigo terrible, el terrorismo internacional no es la única gran amenaza, ni tal vez la más grave». ¿Cuál es su fuente? ¿Y desde cuándo es necesario el «cambio climático» para que haya desertificación? ¿Este tío sabe lo que es la agricultura agresiva o la deforestación? ¿Sacó quizá los datos del articulito de la VF? ¡Oh, cuánto me gustaría tenerla! (y después de leerla limpiarme el culo con ella, ¡muy ecológico!)

El temita estaba causando sensación en aquella época, porque sólo un mes ante, Time Magazine había sacado su propio número ecoalarmista, al estilo portada negra del Sport, con una imagen clásica del género: el oso polar que se queda sin hielo para caminar y que se va a morir. Los titulares daban tanto miedo como los de Vanity Fair: Preocúpese. Preocúpese mucho. El calentamiento global no es un vago problema del futuro: ya está dañando el planeta a un ritmo alarmante. Vea cómo le afecta a usted, a sus hijos y a los hijos de sus hijos. También: Cómo India y China pueden ayudar a salvar el mundo… o a destruirlo. ¡¡Joder, si parece un puto magazine pulp!! Y casi un lustro después, estamos esperando a los efectos catastróficos. ¿Dónde está Lorenzo Milá cuando se le necesita? ¡Seguro que él ya los ha visto!

Pese a lo candente del tema, parece ser que con la catetada del Green Issue bajó la circulación de la Vanity Fair en unos 20.000 ejemplares: al oficinista y a la maru le importaban una mierda las pajas mentales de Gore, lo que querían saber era en qué posturas se lo montaban el Pitt y la Jolie (probablemente un tema más interesante). Sin embargo, VF, comprometida como es, decidió repetir la experiencia al año siguiente, con el «Green Issue 2007». Esta vez el prota era Leo diCaprio, que había ido a salvar el Polo… ¡¡en persona!! No eran tan «Madre Tierra» como el año anterior pero más o menos daba el pego. Quizá por copiar al Time, acompañaba al actor un osito polar que lo miraba embelesado desde el suelo y parecía decir: «¡gracias por salvarme!» Joder, en serio, ¿quién diseñó esto? ¿El guionista de los Teletubbies? Y el puto Di Caprio, ¿no tiene pudor? Prefiero ser considerado un violador de monjas que un eco-redentor apollardado. Los titulares, eso sí, eran algo decepcionantes: esta vez sólo estaba escaseando el agua potable, y se estaban empezando a fabricar los primeros deportivos eléctricos. Qué poco apocalíptico comparado con el hundimiento de Nueva York. Time también repetía en 2007, esta vez con… «¡la guía para sobrevivir al calentamiento global (TM)! 51 cosas que usted puede hacer.» En vez de oso tenían un pingüino, que también transmite la idea. Sin embargo el interés debía estar decayendo poco a poco, porque la portada de Vanity Fair del año siguiente fue aún más prosaica: Madonna sosteniendo el mundo en una variante de la pose de Atlas, con los titulares mucho más chiquititos que en años anteriores y muy poco sensacionalistas. Como si no fuera ya bastante soso poner a esta aburridísima mujer con ocho gigabytes de Photoshop encima para ocultar el hecho de que parece un jodido travelo con unos brazos repugnantes. Madonnita, menos lecciones, que eres puro artificio ramplón desde hace 30 años; vete a comprarte otro crío a África para entretenerte y deja de dar el coñazo, anda.

En fin, tras comprobar que el temita ya cansaba y que la gente tenía encima un problema auténtico como la crisis económica, Vanity Fair decidió que no habría un cuarto «número verde», alegando que la temática ya estaba presente en casi todos sus números. Claro que sí, hombre. Lo más gracioso es que al parecer esta revista se edita sin cumplir unos mínimos criterios ecológicos, y gasta una cantidad de papel y tinta brutal, muy superior al de otras cabeceras similares. Pero ahí los tíos pontificando, con dos cojones. Un portavoz de WWF (ecologistas capullos) lamentó la no continuidad de estos números, diciendo que la gente podría percibir lo verde como una moda pasajera. ¡Pero si es precisamente eso, melón!

Aunque son todos una panda de gilipollas, la verdad es que me preocupa que gente como Yors Cluni se apunte a patochadas de estas. La gente le ve ahí, tan guay, con tanta clase, dando tan bien en pantalla, y automáticamente piensa que cuando habla de algo sabe lo que dice. Sin embargo, no es más que un actor que no tiene por qué tener más cultura que la media, y de hecho todo indica que su visión del mundo está construida con el delgado armazón de tópicos progres que permite a tantos dormir con la conciencia tranquila pero sin la carga de tener que construir una verdadera mentalidad crítica, o quitarle tiempo a las fiestecitas para adquirir una cultura sólida. ¡¡Vete a cagar, Yors!! ¡¡Buenas noches y buena mierda!!

En fin, ya me estoy cansando de hablar de estos pazguatos, así que sólo os pido que os pareís un momento a reflexionar: ¿No os dais cuenta de cómo esas cosas que parecían tan gravísimas hace cuatro años, ahora parecen más bien risibles? ¿No resulta curiosísimo que hayamos pasado del «Calentamiento Global» al «Cambio Climático», y de ahí vayamos a pasar a los «Ciclos Solares» o lo que se les ocurra, ahora que ya han pasado el cazo? Tras la explosión de mierda del Climategate la cosa es cada vez más grotesca, por mucho que quieran persisitir en la estafa y el ridículo. E igual que ésta hay muchas falacias, amigos, en muchísimos ámbitos de la vida. Pensad, pensad por vosotros mismos, leed y sed perspicaces. Que no os engañen los brujos de la tribu.
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