Parte 3: Transporte, religión y habla
Transporte
Si nos ceñimos a Medellín, el transporte es más que aceptable, si bien hay que matizar: es la única ciudad de Colombia con metro, y además muy moderno y bonito, pero su alcance hoy por hoy es bastante limitado (35 estaciones contra las, por ejemplo, 267 de Madrid) y en las horas punta el nivel de ocupación es tal que se vuelve casi inutilizable; los convoyes llegan tan cargados que a menudo es físicamente imposible meter una persona más, y no es raro tener que esperar al tercero o cuarto para intentar la proeza de encontrar un hueco. Funciona hasta las once de la noche (diez en fin de semana) y el precio es muy asequible, 1900 pesos por viaje (unos 80 cts.). Sin embargo, no hay máquinas para comprar billetes ni recargar la tarjeta magnética, por lo que si te has quedado sin recarga puede tocarte hacer una larga cola. Por supuesto, el rasgo más distintivo del metro de Medellín son las líneas de Metrocable, teleféricos que dan acceso a las cuadras altas, siendo vitales para su desarrollo.
Otro medio de transporte masivo es el taxi (apodado «la mancha amarilla»), que puede suponer fácilmente un tercio del tráfico de la ciudad; realmente es muy raro esperar más de un par de minutos para que aparezca uno libre. Casi todos son vehículos pequeños, normalmente de la marca Honda o Chevrolet, y la calidad del servicio es, lisa y llanamente, cuestión de suerte: igual te puede tocar un buen profesional con su GPS que uno que desconoce varias zonas de la ciudad y tienen que pararse a preguntar el camino a los peatones. Igualmente, algunos conducen bien y otros parece que estén en una persecución o en los coches de choque. Uno joven me llegó a decir que esa noche estaba conduciendo el taxi de su suegro, lo que da idea del control del sector. Las tarifas son MUY baratas: por 7000 pesos (unos 3 euros) puedes llegar a casi cualquier parte de la ciudad, y un trayecto realmente largo nunca superará los 12.000 pesos (4,8 euros). En los pueblos de Antioquia los taxis son escasos, siendo mucho más habitual el motocarro; también existe el «motorratón», que no es ni más ni menos que una moto ejerciendo de taxi.
También están los autobuses, toda una historia. El bus estándar colombiano es mucho más pequeño que el europeo, recibe el nombre de «buseta» y normalmente sólo admite unas 15 personas sentadas y unas 10 más de pie. Si eres claustrofóbico NO DEBES cogerlos, a menos que sea una hora de muy poco tráfico. Lo más llamativo es su exterior, con una decoración de fantasía impensable en nuestro entorno cultural. Además de estar pintados de llamativos colores, las ventanas están ornamentadas por grandes adhesivos de vinilo con temática totalmente libre: puede ser una chica de anime, el logo de un equipo de la NBA o la cara de Pablo Escobar, aunque muy a menudo se trata temas religiosos, normalmente la virgen y sobre todo Jesucristo (es muy popular la representación de la película de Zeffirelli). Otro adorno popular son las larguísimas tiras de luces LED, que convierten a las busetas en todo un show nocturno. El trayecto es ligeramente más barato que el del metro, unos 1700 pesos.
Siguiendo con los buses, está la red Metroplús, compuesta por grandes autobuses articulados, que cuenta con su propio carril y apeaderos techados donde se pica el billete antes de subir. No obstante, debido a la existencia del metro, los buses grandes tienen mucha menos importancia que en Bogotá, donde operan bajo el nombre de Transmilenio. En la capital del país el movimiento de trabajadores depende totalmente de esta red, que se ha hecho tristemente famosa por la extrema sobreocupación de los vehículos y por numerosos episodios de tocamientos a mujeres. También están los buses que viajan entre ciudades, algo más grandes que las busetas pero menores que el típico autocar europeo, y el tipo más divertido: las chivas, que son ni más ni menos que vehículos festivos para beber y bailar. Es posible verlas en Medellín los fines de semana por la noche, aunque son bastante más habituales de las localidades turísticas.
El movimiento entre ciudades es complejo, sobre todo por la desconcertante inexistencia del ferrocarril en Colombia, al parecer por los intereses comerciales del transporte rodado durante el pasado siglo. Así pues, las únicas opciones son el autobús o el avión. El bus no es recomendable para los trayectos largos: en algunas partes del país las infraestructuras son pésimas, y el viaje desde la frontera Sur hasta Medellín (unos 960 kms.) puede demorarse… ¡21 horas! Así pues, la alternativa más razonable para distancias de más de 120 kms. es el avión, normalmente bimotores medianos, con un coste de entre 40 y 150 €, según el trayecto.
Religión
Quizá la diferencia más llamativa de Colombia con España, y con Europa en general, es la forma en la que se vive el hecho religioso. Puede que España tenga fama de espiritual y ultracatólica, pero en la práctica es un país muy cercano al ateísmo. Los de mi generación (nacidos en los 70 u 80), ¿cuánta gente de vuestra edad conocéis que vaya a misa al menos una vez a la semana? ¿Dos, tres personas a lo sumo? Si nos vamos a los menores de 20, la cifra se reduce probablemente a cero. ¿Cuánta gente os menciona alguna vez a Dios, fuera de la ocasional discusión filosófica de bar? Las manifestaciones de fe suelen reducirse a portar un crucifijo, visitas a la iglesia en los cuatro actos sociales típicos –bautizo, comunión, boda, funerale- y la esperanza de la trascendencia de la carne.
En Colombia la religión, y más concretamente la fe católica, forma parte de la vida cotidiana de las personas. El signo más visible de esto es la enorme cantidad de imágenes religiosas que se pueden encontrar en cualquier parte, especialmente en las barriadas populares. En un sitio como San Javier es literalmente imposible caminar 100 metros sin encontrarte una imagen de la virgen María, ya sea en una propiedad privada o colocada por el municipio. A veces, estas figuras tienen una placa a los pies que reza “Virgen fiel, consérvanos en la fe católica”. Es muy frecuente santiguarse al pasar delante de ellas, y también frente a la iglesia. La otra imagen típica son los retratos de Jesucristo, que pueden encontrarse en una abrumadora mayoría de hogares, normalmente en distintas variedades del «sagrado corazón».
Las misas tienen gran concurrencia a diario, con predominancia de personas mayores, pero sin que falten jóvenes e incluso adolescentes. Algunas personas la observan de rodillas desde el suelo. Además del catolicismo, hay varias sectas del cristianismo con numerosos seguidores, entre ellas los adventistas del séptimo día y los testigos de Jehová, que realizan un agresivo proselitismo, hasta el punto de que algunas familias colocan carteles en sus casas indicándoles que no les molesten (y por cierto, no es el único lugar del mundo donde este grupo intenta expandirse). Dios está presente en los saludos y las despedidas, en las conversaciones, en los lemas de diversas instituciones. Es parte totalmente indisoluble del país, aunque sea un estado laico, y el colombiano medio está absolutamente convencido de que Cristo rescatará su alma inmortal.
Por supuesto la Navidad se vive con enorme entusiasmo, y la población se entrega totalmente a sus tradiciones, empezando por las velas de colores a las puertas de las casas la noche de la Inmaculada, pasando por rezar las novenas en reuniones familiares y terminando por los alumbrados caseros, toda una competición por ver quién coloca los adornos más grandes y llamativos. Tema aparte son los cementerios, que trataré en la próxima entrega.
El habla
A menudo se dice que en Sudamérica se habla el español mejor que en España, noción que no sé muy bien dónde se origina. En Colombia la mayor parte de la población es media-baja, y eso se refleja en el lenguaje, que más que «bueno» o «malo» es popular, con lo que ello conlleva (aunque sí es cierto es que en esta zona del mundo sobreviven palabras extintas en España). La mayor ventaja que tiene aquí el idioma es la inexistencia del tuteo para los imperativos plurales, lo que evitar las trampas en las que cae el 80% de la población española, esos insufribles «sentaros», «callaros», etc. (aquí son siempre «siéntense», «cállense»…). El tuteo existe, pero sólo en forma singular, y la oportunidad de su uso es realmente ambígua, aunque puede decirse que hace falta bastante confianza para usarlo, y que incluso novios y esposos, así como padres e hijos, se hablan de usted. Sin embargo, se usan invariablemente los términos coloquiales «papá» y «mamá», siempre precedidos del pronombre posesivo, de modo que si un hermano le pregunta a otro cómo está el padre de ambos, usará la frase «¿cómo está mi papá?» Además de esto, en algunas zonas es frecuente el uso del «vos», pese a la distancia con Argentina y Uruguay.
El nivel de dicción es variable, y si bien generalmente es correcto, alguna gente habla muy cerrado y cuesta realmente entenderla (eso sí, como ya dije el acento paisa es muy bonito). El diminutivo masculino es «ito», y el femenino «eta», de modo que se dice «buseta», «cocineta», «tocineta»… Una excepción son los nombres acabados en «n», cuyo diminutivo es «ncho» (Juliancho, Rubencho, Ivancho…). Hablando de nombres, los de la gente están contaminadísmos por la influencia anglosajona, y además se transmiten de forma fonética, de modo que pueden escribirse de cualquier modo siempre que conserven el sonido. De ese modo, tenemos Yennifer-Jeniffer-Yénifer, Valery-Váleri, Wilfred-Vílfred, etc. Un nombre femenino particularmente desconcertante es Leidy, muy extendido por todo el país.
La coletilla más usada es «de pronto», que se puede meter en cualquier frase y equivale aproximadamente a nuestro «a lo mejor». Otra costumbre muy curiosa es el cambio de género de muchos sustantivos respecto a España, de modo que la banqueta se convierte en banqueto, la ficha en ficho y la bombilla en bombillo. Además, los verbos cuyo infinitvo acaba en «ear» se cambian invariablemente por «iar» (por ejemplo, «corretiar»), aunque creo que esta costumbre se considera vulgarismo. Aquí hay una lista (incompleta, por supuesto) de colombianismos que he recopilado:
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Banano – Plátano | Sánduche – Sandwich | Pantaloneta – Pantalón de deporte | Chuzo – Pincho / Chuzada – Pinchazo | Cilindro – Bombona |
Rumba – Juerga / Rumbiar – Ir de juerga | Tiquete – Billete o tíquet | Gaseosa – Refresco sin alcohol (aunque no tenga gas) | Con gusto – De nada | Guayabo – Resaca |
Solomito – Solomillo | Afán – Prisa (Tener afán) | Bien pueda – Adelante (imperativo) | Hágale / Hágale pues – Venga | Listo – Vale |
Rico – Agradable, bonito | Bacano – Guay, genial (También “ser un bacán”, para las personas) | Trapeadora – Fregona / Trapiar – Fregar | Bravo – Enfadado, cabreado | Pelao, Chino – Niño |
Cucho – Viejo, Anciano | Tinto – Café solo | Pitillo – Pajita (Se usa para remover el café) | Saco – Chaqueta | Trotar – Correr, hacer footing |
Chévere – Genial | Plata, Billete – Dinero («Ganar mucho billete») | Malandros – Malhechores | Parcero, Parce (pronunciando la «c» como «s» – Colega | Dar papaya – Exponerse, caminar por sitios peligrosos |
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