Las dos primeras producciones dirigidas por Stanley Kubrick pertenecen al casi extinto género del mediometraje, se filmaron en blanco y negro y contaron con un bajo presupuesto. Fear and Desire (1953) narra la historia de cuatro soldados atrapados en un bosque tras las líneas enemigas que tratan de volver con su bando, para lo cual han de atravesar un río. Por el camino tomarán como rehén a una joven con la que se cruzan accidentalmente. El film, básicamente experimental, intenta ser un drama psicológico, pero ni la peripecia de los soldados ni las reflexiones que realizan durante su viaje resultan especialmente interesantes. Uno de ellos está obsesionado con matar a un general enemigo, pero esta subtrama tampoco aporta mucho. Puede destacarse la más que correcta fotografía en blanco y negro (obra del propio Kubrick) y la belleza de la actriz Virginia Leith, pero poco más.
El verdadero interés de este film está en su realización: un Kubrick de 25 años debió apoyarse financieramente en su padre, pidiéndole dinero de su jubilación, y por esta falta de medios intentó mantener un micropresupuesto, rodando incluso sin sonido; no obstante, el resultado de esta técnica no debió convencerlo y hubo de invertir más dinero para doblar la película. Con el tiempo se avergonzó de esta primera obra, criticó duramente al guionista y trató de retirarla completamente de la circulación, conservando sólo una copia para sí. No obstante, otras dos copias sobrevivieron y una de ellas fue restaurada; puesto que al parecer el film ha caído en el dominio público, ahora verse íntegramente incluso en Youtube. Poco sospechaba el fallecido director que esta opera prima de la que renegó podría ser vista gratuitamente por millones de personas. Considerando que la película sólo dura una hora, tampoco se pierde mucho visionándola, aunque sólo sea por curiosidad cinéfila.
Killer’s Kiss (1955) pertenece al género negro, aunando varios tópicos del mismo: el boxeador humilde que trata de salir adelante, la mujer similarmente desesperada, ambos personajes compartiendo sus miserias, el hampón que se interpone en el camino del protagonista… Quienes hayan visto películas como The Hustler, con Paul Newman, reconocerán el patrón. La fotografía es nuevamente el punto más destacado de la película, con varias tomas interesantes de la Nueva York de los 50, pero la historia no logra despegarse de su convencionalismo, y pese a su corrección general lo cierto es que el film causa poco impacto. Podemos considerarlo otra obra formativa de Kubrick, en el que nuevamente se agradece la brevedad, con unos comedidos 67 minutos.
The Killing (1956), conocida en España como «Atraco perfecto», es el primer largo propiamente dicho de Kubrick (una hora veinticuatro minutos), y pertenece al género “atracos”, concretamente el de las cajas de un hipódromo localizado en San Francisco. La banda que lo perpetra está formada por atracadores profesionales y trabajadores del hipódromo que desean abandonar la mediocridad de su vida, y está encabezada por un curtido ladrón que desea retirarse y llevar una vida tranquila junto a su prometida.
Estamos nuevamente ante una película que se ciñe a los patrones de su género, más lograda que Killer’s Kiss pero sin destacar a mi juicio en nada especial. Debido a una imposición de la productora contra los deseos de Kubrick, se utiliza el primitivo recurso del narrador en off, con una voz de locutor radiofónico que explica la acción y los antecedentes de cada personaje con bastante poca sutileza. La película sufre claramente por ello, pero la trama es razonablemente interesante y no puede hacer ningún reproche especial a la globalidad del film. Un punto original para la época es que la narración no es completamente lineal, pues una vez se inicia el golpe se nos muestra su desarrollo varias veces, cada vez desde la perspectiva de un personaje. United Artists pensó que esto podría causar confusión al expectador, y esto explica la narración en off mencionada. Al igual que en films similares, se resalta que incluso el plan más brillante puede peligrar por cualquier detalle inesperado, fruto de la mala suerte, la ignorancia o la debilidad de carácter de alguno de los bandidos.
Sterling Hayden interpreta con solvencia el personaje principal, un ladrón curtido pero con un punto de vulnerabilidad. El resto del reparto tampoco desentona, con la excepción de Marie Windsor, cuyo aspecto aspecto demasiado maduro para el papel que interpreta, una “femme fatale” que lleva a la desesperación a su marido, el humilde cajero del hipódromo. En suma, una película estimable pero correcta sin más, que al igual que sus antecesoras no permite adivinar la llegada de las rompedoras obras firmadas más adelante por el neoyorkino.
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