Ciclo Hermanos Coen: Miller's Crossing

Miller’s Crossing – EEUU – Dir: Joel Coen, 1990
Título español: Muerte entre las flores

En su tercera película los Coen cambian nuevamente de registro, y esta vez también de  época, pasando a un género tan cultivado en el cine como los gangsters. No se trata en cualquier caso de un cambio drástico, pues existen dos  constantes en estos primeros tres trabajos: el elemento criminal y los personajes de una moralidad más o menos laxa. La acción se sitúa en una ciudad de nombre no mencionado (¿Chicago?) durante la década de los 20, y el personaje principal es Tom Reagan, el lacayo más destacado del amo de la ciudad, el mafioso irlandés Leo. Tom es un verdadero golfo: ludópata, bebedor, mujeriego… pero al mismo tiempo tiene buena cabeza, una fidelidad inquebrantable a su jefe y la regla de salir siempre solo de sus problemas. Son estas virtudes las hacen que Leo aprecie tanto a Tom y siga puntualmente sus consejos, logrando un apacible equilibrio en la ciudad: todo el mundo realiza tranquilamente sus negocios de venta de alcohol, juego y similares, con la aquiescencia del alcalde y el jefe de policía, asalariados de Leo.

Pero este equilibrio se encuentra en peligro: Johnny Caspar, un capo de ascendencia italiana, está tremendamente indignado con Bernie Bernbaum, un corredor de apuestas que está filtrando información sobre los combates que Caspar amaña, con la consiguiente pérdida de dinero. Para Caspar es una situación intolerablem y por ello le exige a Leo, como jefe de todos los capos, la cabeza de Bernie. Pero hay un problema: el ya maduro Leo está encaprichado de una damita llamada Verna, quien casualmente es la hermana de Bernie, y asesinarlo le granjearía su odio eterno. La negativa de Leo hace montar en cólera a Caspar, quien jura poner orden por su cuenta. Tom advierte a Leo del error que está cometiendo, pues salvar a un timador de poca monta no compensa el riesgo de empezar una guerra de bandas, y además Verna no es tan santa como parece, cosa que él sabe mejor que nadie. De poco servirá el consejo, y enseguida las cosas empezarán a complicarse terriblemente tanto en la ciudad como en la vida de Tom.

Para ser una película de mafia e intriga, Miller’s Crossing no tiene un argumento especialmente elaborado, y aunque el guión guarda algunas sopresas, no contiene grandes golpes de efecto. No quiero decir que la historia sea aburrida; al contrario se sigue con interés y agrado, pero los hermanos prefieren de nuevo poner el foco en las grandes personalidades que la pueblan: el gangster estoico que lo hace todo solo y a su manera, la bella dividida entre el amor y el instinto de supervivencia, el jefecillo venido a más que ahora quiere ser un pez gordo, el miserable que sólo piensa en lo que puede sacar de los demás, incluso aunque les deba la la vida, o las cómicas autoridades locales, meros testigos de la lucha por el poder.

En el reparto hay que destacar especialmente a Gabriel Byrne como Tom, haciendo gala de una gran presencia cinematográfica. Pese a haber trabajado bastante en las dos últimas décadas, no puedo evitar la sensación de que este actor irlandés ha sido algo desaprovechado.En el papel de Verna brilla también  Marcia Gay Harden, quien gracias a su gran belleza y elegancia encaja perfectamente en el estereotipo de mujer fatal.  Se trata también de una actriz de amplia trayectoria que ha permanecido en segundo plano. El que no dejó de aumentar su fama a partir esta película fue John Turturro, quien con su gestualidad y su físico peculiar le sacó partido al papel de Bernie, el timador sin escrúpulos. Los Coen quedaron tan contentos con su trabajo que recurrieron repetidamente a él en sus siguientes proyectos. Destacable también el trabajo de Jon Polito, que disfruta como el histriónico Johnny Caspar, y el del británico Albert Finney, que dispone de una escena estupenda en la que tiene que despachar personalmente a unos matones que tratan de liquidarlo. Mencionar por último a Steve Buscemi en una breve aparición y a Frances Mc Dormand, que gracias a su cameo es la única intérprete que sale en las tres primeras películas de los Coen.

El trabajo de cámara es más conservador que en los dos films anteriores, algo normal al ser una película con una concepción más clásica. La ambientación está muy lograda, y aunque hay pocas escenas con grandes escenarios o rodadas en exteriores, se aprecia un gran cuidado en reflejar adecuadamente la época. Nuevamente, un trabajo meticuloso de los hermanos en el aspecto formal. Miller’s Crossing recibió una gran acogida crítica en su día, y algunos la consideraron injustamente potergada en la entrega de los Oscars. Sin embargo creo que esto se exageró un poco, ya que pese a ser un film cuidado y muy estimable, me parece menos brillante dentro de su género que las dos películas anteriores de los Coen. Claro que ese fue un año muy extraño en los Oscars, alzándose como mejor película Bailando con lobos y siendo premiados actores tan frikis como Kathy Bates, Joe Pesci y Whoopy Goldberg. Sin duda cualquiera de los actores de Miller’s Crossing habría sido igualmente merecedor de la estatuilla. Como curiosidad, decir que Joel Coen se llevó la concha de plata al mejor director en nuestro poco lustroso Festival de San Sebastián. Lo que ya nadie pudo quitarle a los hermanos fue su reconocimiento como los cineastas independientes más destacados del momento.
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Ciclo Hermanos Coen: Raising Arizona

Raising Arizona (Título español: Arizona Baby) – Dir: Joel Coen – EEUU, 1986

En su segundo trabajo, los Coen no abandonan el sur de los EEUU, y pasan de Tejas a -¿lo adivinan?- el estado de Arizona. Lo que sí cambia es el registro de la película, y el género negro de Blood Simple da paso a lo que podríamos denominar comedia criminal. El protagonista es un Nicky Cage de apenas 23 añitos y aún haciéndose un nombre, que interpreta a H.I. McDonough, «Hi» para los amigos. Hi, personaje que ejerce de narrador, detalla al principio del film sus constantes entradas y salidas de prisión en clave cómica. Producciones como Me llamo Earl beben directamente de este estilo que desdramatiza los crímenes no sangrientos. A lo largo de sus numerosas detenciones y encierros, Hi va enamorándose de la agente encargada de hacerle la ficha policial, Edwina -alias Ed-, encarnada por Holly Hunter. Cansado de su errática vida, Hi propone matrimonio a Ed, y así empieza lo que él describe como la época más feliz de su vida, a la que sólo le falta el broche de tener descendencia. Sin embargo, la pareja pronto descubre que sufre problemas de fertilidad, y para empeorarlo sus peticiones de adopción son rechazadas por el pasado de Hi. Cuando ven en la televisión que un vendedor de muebles local, Nathan Arizona, acaba de tener nada menos que quintillizos, deciden que es injusto que unos tengan tanto y otros nada.

Con este película los Coen demuestran, tres años después de su debut, que se mueven tan bien en la comedia como en géneros más oscuros. La historia es bastante divertida, y se apoya principalmente en unos personajes muy pintorescos, tanto principales como secundarios. De hecho, no hay una sola persona  en la película que no tenga alguna peculiaridad o forma extraña de comportarse. Cage se desenvuelve bien en el papel principal, y Holly Hunter encaja muy bien en el papel de mujer buena pero obsesionada con la maternidad. Aunque nunca ha sido una belleza, con 29 años y antes de sacarse brazos de tío en el gimnasio era casi mona. Ambos actores utilizan en toda la película un marcado acento sureño.

Entre los secundarios destaca Trey Wilson como Nathan Arizona, el sureño de pura cepa que jamás pierde la perspectiva comercial, y John Goodman, encarnando a un preso que acaba de fugarse con su compinche del antiguo penal de Hi. Lo más curioso de esta pareja es que, pese a ser dos delincuentes haraganes, beodos y desastrosos, suelen emplear un lenguaje muy culto y circunspecto, lo cual consigue un contraste bastante gracioso. Menos divertida es una escena en la que ambos se percatan de haber olvidado algo muy importante y se ponen a dar alaridos a todo volumen durante un buen rato. Es un recurso que he visto posteriormente en muchos sitios y está más que trillado, pero me parece que ni en 1987 tenía gracia. Ésta sería la primera de muchas colaboraciones de Goodman con los Coen. Los hermanos, dos tipos fieles a sus actores, rescatan de su primera película a M. Emmet Walsh y a Frances Mc Dormand, con papeles chiquititos pero de cierta enjundia. Pero sin duda el personaje más memorable  es Leonard Small, un cazarecompensas motero cuya estética está tomada directamente de Mad Max. Pese a ser un personaje con una parte cómica, sus apariciones crean una atmósfera ominosa muy lograda, y son quizá lo más interesante de la película.  Small está interpretado por Randall Cobb, antiguo boxeador que saca el máximo partido a su físico en su trabajo como actor.


Como para bromear con él.

Hay que destacar el trabajo de cámara: si en Blood Simple ya podían verse algunos planos bastante creativos, en Raising Arizona se juega constanstemente con la perspectiva del espectador. Parece que a los Coen -o a su director de fotografía Barry Sonnenfeld- les gusta particulamente mover la cámara a ras de suelo. Es un punto de vista peculiar, que no obstante depara imágenes muy interesantes y dota a la película de un estilo característico.  Aparte de los movimientos de cámara, la fotografía en sí vuelve a destacar, con planos bien construidos y muy plásticos, que aprovechan bien el colorido entorno del sur estadounidense. Sonnenfeld, como sabrán los más cineros, pasó más tarde a dirigir sus propias películas, firmando las dos partes de La familia Addams y de Men in Black.

Raising Arizona, es, en resumen, una comedia sólida y bien lograda, que pese a algún defecto perdonable hace pasar un rato divertido, ofreciendo al tiempo un pintoresco retrato del sur de los EEUU y los personajes que lo pueblan, pasado obviamente por la lente deformante e irónica de los hermanos.
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Ciclo Hermanos Coen – Blood Simple

Blood Simple – Dir: Joel Coen – EEUU, 1984

Como estoy un poco hasta el gorro de escribir sobre pelis de Drácula, voy a hacer un paréntesis hablando de un tipo de cine más «culto». Concretamente, trataré de visionar toda la obra de los Coen, esos dos cineastas a los que podríamos llamar «los reyes del cine independiente». Joel y Ethan Coen son dos hermanos de origen judío nacidos en Nueva York, que firman películas conjuntamente en un equipo muy compacto. Joel se encarga de la dirección y Ethan ejerce de productor, mientras que los guiones suelen correr a cuenta de ambos. En cualquier caso parece que durante los rodajes estas fronteras se desdibujan y que ambos tienen una visión casi idéntica de cómo debe realizarse el film. A mí estas parejas de hermanos casi siameses me resultan un pelín siniestras, pero bueno, ellos sabrán. En este ciclo trataremos de analizar en profundidad su obra y ver si su reputación corresponde a lo que ofrecen artísticamente.

Su primer largometraje fue Blood Simple, realizado en 1984. La acción transcurre en Tejas, y arranca con una premisa muy sencilla: Abbyestá casada con Marty, el dueño de un club local. Él es un hombre algo tosco y extremadamente posesivo – se define a sí mismo como «anal»- y por ello la relación entre ambos está muy deteriorada. Cuando Ray, empleado del bar de Marty, le confiesa a Abby que ella siempre le ha gustado, las cosas caen por su propio peso. Los escarceos de la pareja llegan muy pronto a oídos de Marty, que había encargado a un orondo y no muy escrupuloso detective seguir a su mujer. Loco de celos, el marido engañado tiene muy claro que lo único que puede satisfacerle es el asesinato de los amantes. Para llevarlo a cabo recurre de nuevo al detective, confiando en que cumplirá el sucio encargo sin problemas a cambio de una generosa suma. Pero el aparentemente simple sabueso es más astuto de lo que parece.

Con este punto de partida, y usando apenas cinco personajes, se desarrolla una intriga muy efectiva. Los integrantes de la historia no están dotados de una especial profundidad, pero están bastante bien dibujados y resulta interesante ver sus interacciones. La trama funciona gracias a la información que el espectador conoce pero ellos ignoran: uno sabe que hay un asesinato, pero no quién es el autor; el asesino ignora que ha dejado una prueba que lo incrimina; otro ni siquiera sabe que hay un asesino suelto, y cuando lo descubre éste ya ha salido a su caza. Aparte de los giros del guión, también logra crearse tensión y sorpresa gracias a algunas secuencias muy bien planificadas.


«¡Oye, que yo no he hecho nada!»

Hay que destacar que, pese a tratarse de una opera prima y del limitado presupuesto, la película tiene una notable factura visual. Aunque los escenarios distan mucho de ser glamurosos, se les logra sacar un buen rendimiento mediante la puesta en escena. Los movimientos de cámara resultan también bastante creativos, y se nota cierta inquietud por no rodar de forma convencional. El trabajo interpretativo es muy correcto, destacando probablemente M. Emmet Walsh en el papel del detective, el personaje más pintoresco del film. Reseñable también el trabajo de Frances McDormand, a la que seguramente no escogieron por su atractivo físico, aunque su papel no lo requiere realmente. Los hermanos debieron quedar muy contentos con su trabajo, ya que la utilizaron en muchas de sus posteriores películas (claro que la cosa tiene truco, ya que Mc Dormand es la esposa del director, Joel Coen).La labor actoral es facilitada por unos buenos diálogos, y hay algunos momentos especialmente logrados; es un aspecto que ha dado celebridad a los hermanos en sus películas posteriores.

Aunque Blood Simple no es una película tremendamente ambiciosa, funciona muy bien dentro de su género y de sus propósitos, y es un producto con buen acabado. Podemos considerar a los hermanos cineastas artesanos, que ponen el peso de la película en el guión y en la creación de buenos planos, evitando trucos fáciles como las escenas de acción aparatosas o una excesiva recarga argumental. Quizá se le pueden reprochar al film algunas imágenes de violencia muy gráfica, recurso que en ocasiones impacta sin ofender y en otras sin embargo no resulta muy agradable. Seguramente éste sea el único aspecto de la película en que los Coen se entregan al efectismo. En definitiva, un primer trabajo muy interesante y de visionado agradable, especialmente recomendable para los que sientan curiosidad por conocer  los comienzos de los famosos hermanos.

El Drácula de la Hammer


Dracula – Dir: Terence Fisher – Reino Unido, 1958

Después de las dos modestas producciones de la Universal sobre los «hijos de Drácula», el conde no volvió a aparecer en un film de entidad hasta dos décadas después. En 1958 la productora británica Hammer decidió apostar nuevamente por el personaje, dándole un nuevo enfoque: se optaría por el cine espectáculo, con buenas dosis de acción y aventura, una exuberante fotografía en color y un no desdeñable componente erótico. El título del nuevo film sería simplemente Dracula, aunque en los EEUU se la conoce como Horror of Dracula, ya que curiosamente el clásico de Lugosi aún se exhibía en algunos cines en la época. El personaje titular sería interpretado por Christopher Lee, actor inglés que a sus 36 años contaba ya con una dilatada trayectoria. El de Drácula es el papel con el que más se le identifica, aunque curiosamente apenas tiene unas líneas de diálogo en todo el film.

A diferencia de la película de la Universal, esta vez es Jonathan Harker, y no Renfield, quien visita el castillo de Drácula, pero hay diferencias significativas respecto a la novela: Harker no va a venderle ninguna propiedad al conde, sino que va a trabajar para él como bibliotecario, y algo más importante: no acude allí ignorante de la naturaleza del aristócrata, sino plenamente consciente de su condición vampírica, y con la intención de eliminarlo en alianza con su mentor, el profesor Van Helsing. Como mencioné antes, el planteamiento de la Hammer está enfocado a la aventura, con Van Helsing y sus aliados como héroes y Drácula como villano.

Otra desviación respecto a la novela es que toda la acción transcurre en Alemania (¿homenaje a Nosferatu?), y aunque el castillo del conde se encuentra en unas apartadas montañas, es posible llegar hasta la civilización en el mismo día usando un coche de caballos. Esto resta algo de escala a la historia, pero permite que la acción se desarrolle de forma más dinámica. El castillo está lejos de la decadencia descrita por Stoker, sino que se encuentra en esplendor, y el conde no es un personaje decrépito sino joven y vigoroso. Muy pronto hace aparición una «novia de Drácula», una morenaza de escote más que generoso que asegura estar prisionera del conde, pidiéndole ayuda a Harker. De hecho, todas las mujeres que aparecen en estos films de la Hammer son muy atractivas y de curvas pronunciadas, algo que sin duda agradece el público masculino.

Tras los hechos acaecidos en el castillo arranca la segunda parte de la película, donde se producen nuevas desviaciones respecto a la novela. Como en otras películas, los nombres y los parentescos de los personajes un baile, y Mina se convierte la esposa de Arthur Holmwood, mientras que Lucy pasa a ser hermana de Arthur. También es la prometida de Jonathan, y se haya esperando su regreso. El Dr. Seward, por su parte, no es más que el médico de la familia, y no hay mención ni al sanatorio mental ni al comemoscas Renfield (¡por fin!). Arthur está interpretado por Alfred Gough, gran veterano del cine al que es fácil recordar en tiempos recientes como el mayordomo de las tres primeras películas de Batman. Mina por su parte está encarnada por la bella actriz rubia Melissa Stribling. Cuando Van Helsing se presenta en la residencia de los Holmwood para traer noticias de Jonathan, Lucy ya se encuentra enferma, mostrando los mismos síntomas que sufre en la novela (palidez, debilidad…). El profesor comprende enseguida lo que ocurre, y da órdenes de cerrar su habitación por las noches y colocar flores abundantes de ajo en la misma.

Van Helsing reclutará a Arthur para luchar contra los vampiros, y aunque éste al principio se niega a creer en ellos, no tiene más remedio que hacerlo cuando ve los estragos que provocan con sus propios ojos. El profesor es más joven y enérgico que en la novela, y no duda en emprender una vertiginosa persecución a pie o entablar combate personal cuando es necesario. El de Van Helsing fue uno de los papeles más emblemáticos del legendario Peter Cushing, y lo volvería a encarnar en varias películas. Su interpretación es muy solvente, dotando al gran personaje de gran resolución y autoridad. Christopher Lee apenas habla y aporta principalmente presencia, lo cual no impedió que interpretara al personaje en varias películas, algunas mucho más fieles al original, como veremos en artículos posteriores. Su atavío es muy parecido al de Lugosi, vistiendo capa y ropa de etiqueta. Un elemento de la novela que aparece por primera vez en pantalla es el fonógrafo que usaba el Dr. Seward para grabar su diario, y que en esta versión utiliza Van Helsing para hacer lo propio. También vemos una transfusión sanguínea para contrarrestar los efectos de las mordeduras vampíricas.

El guión reduce al máximo el número de acontecimientos y personajes del libro, y aunque es menos teatral que la versión de Lugosi no es mucho más fiel argumentalmente. Lo que no se puede negar es que el director, Terence Fisher, imprime un ritmo muy vivaz a la película, la cual dura sólo una hora y 20 minutos, y le da un estilo visual muy definido y colorista. Así, aunque es un título para el gran público, se tratan de lograr buenos resultados artísticos. Añadir que, siendo este el primer Drácula inglés, resulta un aliciente disfrutar la interpretación de buenos actores británicos y de sus musicales acentos.

En esta versión de la historia se refuerzan algunos aspectos de la mitología vampírica, mientras que otros pirden importancia: por ejemplo, los vampiros no son capaces de transformarse en ningún animal ni de volar (aunque sí conservan su enorme fuerza). Sin embargo, los artefactos religiosos tienen más eficacia que nunca: el crucifijo no sólo repele a las personas vampirizadas, sino que les quema la piel al menor contacto. Ni siquiera es necesario tener un crucifijo propiamente dicho: cruzar dos palos en forma de cruz bastará para rechazar al vampiro. Esto resulta un curioso contraste con la versión de Coppola filmada en los 90, en la que Drácula muestra bastante resistencia a los objetos de la liturgia por haber servido al Dios cristiano en vida. La luz del sol es la mayor debilidad de los no-muertos en esta versión, y al igual que ocurría en Nosferatu y El hijo de Drácula,  resulta letal para ellos.

Al final de la película podemos ver un emocionante duelo entre Van Helsing y el conde, que si bien apenas tiene nada que ver con el clímax de la novela, sí que recupera la idea de terminarla historia con una escena de acción y persecución. Esta versión del 58 tuvo mucho éxito de público, y aún hoy es recordada con todo merecimiento entre los seguidores del fantástico. Por su originalidad y atractivo estético supone un gran aporte al mito, y no dudo en recomendar su visionado.


The brides of Dracula – Terence Fisher – Reino Unido, 1960

La secuela llegó poco después. Fisher y la Hammer, al igual que la Universal, no usaron ninguna triquiñuela argumental para resucitar al conde, así que Christopher Lee no participó en este film, según se dice porque habrían tenido que pagarle demasiado. Así pues, el nombre «Drácula» tan sólo sirve de reclamo en esta entrega, y el conde se menciona sólo de pasada. La historia es simple pero distraída: Una encantadora señorita de nacionalidad francesa, Marianne, es contratada para dar clases en un internado femenino alemán. Antes de lllegar se ve obligada a hacer noche en un castillo señorial, propiedad de una anciana baronesa que la acoge amablemente pero que parece presa de una enorme preocupación. Pronto Marianne descubre el motivo de su pesar: la señora tiene un hijo, pero debido a una terrible enfermedad se ve obligada a tenerlo prisionero en una apartada ala del castillo. Por azar, la joven acaba encontrándose con el desgraciado hijo de la baronesa, quien le asegura que no tiene ninguna enfermedad y le ruega que lo deje libre. Como Marianne lo encuentra sincero, empieza a dudar y a preguntarse cuál será la decisión correcta.

Unas escenas después aparece la estrellota del film, Peter Cushing, que reedita su papel de Abraham Van Helsing para alegría de sus seguidores. En cuanto aparece en escena, encontrando a Marianne inconsciente a las afueras del castillo, sabemos que la cosa empieza en serio. La razón de su estancia en el pueblo es la repentina muerte de una  joven, cuyo cadáver ha aparecido totalmente blanquecino y (sorpresa) con dos pequeñas marcas en el cuello. Van Helsing confirma al sacerdote local, que es quien le ha llamado, que están enfrentándose a un vampiro, concretamente a una de las víctimas de Drácula, que extienden su culto «de forma infinitamente lenta, pero imparable». El erudito acompañará a Marianne a presentarse al internado, lleno de jóvenes y hermosas damitas, y a continuación empezará su caza del vampiro, empezando por la desdichada joven muerta, que pronto despertará de su sueño. Pero el peligro no ha hecho más que comenzar, y en seguida se descubrirá que todas las chicas del internado están en peligro. Además, Marianne sorprenderá a todos anunciando que se ha comprometido con cierto joven.

Van Helsing action!

El argumento de la película es poco menos que una excusa para mostrar a jovencitas vampirizadas en ropa de cama, a un vampiro maloso y sobre todo a Van Helsing haciendo sus cosas. De nuevo el metraje es reducido y la historia se desarrolla rápido, con varias escenas de acción. La actriz francesa que interpreta a Marianne, Yvonne Morlaur, es una chica muy guapa, de rasgos llamativos y buenas curvas, cumpliendo plenamente los requisitos del «modelo Hammer», y aunque su acento afrancesado da un poco el cante hace un trabajo muy digno. Cushing, por supuesto, está enorme, y sólo por interpretación vale la pena ver la peli. Entre sus escenas destaca una de gran impacto, en la que Van Helsing nos descubre un nuevo método para sanar la mordedura de un vampiro. También se introduce una nueva forma de acabar con estas criaturas, aparte de la tradicional de la estaca: quemarlos por completo. Curiosamente, se cambia la doctrina de la primera peli respecto a las transformaciones, y el profesor asegura esta vez que «algunos vampiros pueden convertirse en murciélagos». Supongo que es lo que la gente espera, ver murciálagos en películas de vampiros. El único actor que chirría un poco es David Peel como el barón vampirizado, demasiado rubio y blando para resultar convincente, aunque tampoco distrae demasiado.

Las novias de Drácula es inferior a la primera película, pero pese a ello se deja ver perfectamente y conserva varias de las virtudes de su predecesor. Nuevamente destacan el color y la fotografía, reflejando con mucho acierto el ambiente de un pueblo alemán del siglo XIX, y ver a Cushing como Van Helsing siempre es un placer. Aunque se echa de menos el antagonismo con un enemigo más poderoso, no hay momentos de aburrimiento y todo fluye rápidamente, en ese estilo que tan bien se adaptaba a las sesiones matinales de los sábados. En suma, película muy entretenida y recomendada, igual que su antecesora.

El Nosferatu de Herzog: Superando el modelo


Nosferatu, Phantom der Nacht – Werner Herzog – Alemania, 1979

Esta película de 1979 fue un proyecto verdaderamente audaz: El director Werner Herzog tomó uno de los clásicos más venerados del cine alemán para aprovechar los avances técnicos del momento y explorar las posibilidades del concepto creado por Murnau. La obra esta vez no se presentó como Una sinfonía de terror, sino como la historia de un Fantasma de la Noche. Herzog escogería como protagonistas a Klaus Kinsky, su actor fetiche, y a una Isabelle Adjani bellísima con tan sólo 24 años. La nueva película es muy respetuosa con el original y mantiene gran parte de su argumento y estética, empezando por la caracterización del protagonista, muy parecida a la de Max Schreck. Sin embargo, opino que la elección del actor principal no fue acertada, pues los rasgos de Kinski son demasiado amables, y el maquillaje no logra endurecerle la expresión ni darle un aspecto amenazador. La acción se mantiene en Alemania, donde la situó Murnau, pero se restituyen los nombres concebidos por Bram Stoker: el conde Orlok vuelve a ser Drácula y Hutter será Jonathan Harker, si bien su esposa no se llama Mina sino Lucy, por motivos que sólo Herzog debe saber. El nombre de Mina pasa a una amiga de la familia.

La película se abre con una secuencia realmente impactante, cuyo contenido no revelaré, ambientada con una música muy ominosa. Sin duda el mayor logro del film es la atmósfera creada, basculando entre momentos de gran quietud y lirismo y otros lúgrubres y desasosegadores. El estilo es sobrio y realista, con una paleta algo apagada, y la música se usa sólo en contados momentos, todo lo cual confiera al conjunto gran verosimilitud. Sin embargo, esto no quiere decir que el film sea visualmente vulgar: el hábil uso de la composición y la luz logra un buen número de planos atractivos e impactantes.

El trabajo de los actores resulta muy adecuado, destacando especialmente Isabelle Adjani, que gracias a su belleza y a la importancia de su papel resulta de lo más memorable de película.  Su personaje será el gran protagonista de la segunda parte de la historia. Van Helsing aparece mucho más tiempo en pantalla que en la versión de Murnau, pero está absolutamente alejado del personaje de Stoker y se muestra como un hombre conservador y débil, que no cree en la amenaza vampírica. Por ello es incapaz de combatirla de forma eficaz, y ha de observar impotente cómo las víctimas mortales aumentan a su alrededor. El personaje de Renfield también está presente, de nuevo como jefe de Harker, pero afortunadamente su papel es reducido.

Los paralelismos entre ambos Nosferatus no se limitan a la historia y la estética, y algunos planos de la versión moderna están directamente inspirados en otros de la muda, como la célebre imagen del vampiro espiando a la mujer de Harker desde la ventana. Esta escena, por cierto, está rodada en el mismo edificio de la primera versión, si no estoy equivocado. Al parecer, Herzog filmó la película tanto en alemán como en inglés, pero sólo he podido ver la primera versión; trataré de darle un vistazo a la inglesa, a ver cómo se desenvuelven los actores. Desde luego, la francesa Adjani hace un buen trabajo interpretando en alemán.

Aunque el film de Murnau sigue teniendo hoy día un gran reconocimiento y celebridad, pienso sinceramente que la nueva versión es superior. La narración es mucho más fluida gracias a las posibilidades técnicas de la época, las cuales enriquecen también otros aspectos de la obra: los diálogos, los efectos especiales, la música y la fotografía contribuyen a hacer una película más interesante y redonda. El único punto débil evidente es, como he mencionado, la caracterización de Kinski, que nunca llega a ser convincente. Decir que la resolución de la historia que se desvía de la concebida por Murnau, y resulta mucho más sorprendente e inquietante.

Aunque el estilo de Werner Herzog seguramente no da tan buenos resultados en otro tipo de películas, en el caso de su Nosferatu logra realzar y enriquecer la premisa original. Por ello, la recomiendo con viveza a los amantes del buen cine de terror y suspense, sobre todo si les interesa la leyenda de Drácula, y más aún si son fans de la versión muda.

Los hijos de Drácula

Dracula’s Daughter – Lambert Hillyer – EEUU, 1936

El Drácula de Bela Lugosi fue un gran éxito comercial, pero si se pretendían hacer secuelas tenía el problema de que su protagonista moría al final. Además, Bram Stoker no había escrito nada más sobre el personaje, así que a los productores no les quedaba más salida que inventar material nuevo. No obstante, la segunda película acabó llegando cinco años después, en 1936, con el título La hija de Drácula. Es llamativo el hecho de que, pese al lustro transcurrido, se trata de una secuela directísima: la historia arranca en el mismo momento en que terminaba el primer film, con Van Helsing clavándole el mondadientes a Drácula en el corazón. Resulta una agradable sorpresa comprobar que el profesor está nuevamente encarnado por Edward Van Sloan, que vuelve a realizar un muy buen trabajo. Por desgracia para el erudito, nada más consumar el vampiricidio aparece la policía, que interpreta la cosa como un asesinato y se lo lleva detenido.

Lo cierto es que ahí acaba cualquier continuidad con la primera película, porque Van Helsing llama a un psiquiatra amigo suyo para que salga en su defensa, ¡en vez de llamar a Harker, Mina o el doctor Seward, que han sido testigos directos de todo lo acontecido con Drácula! Tras este salto en la lógica, comienza el meollo de la historia: el ataúd del vampiro, guardado en la comisaría, desaparece misteriosamente, y poco después vemos que una señora de aspecto misterioso lo ha transportado al campo y está procediendo a quemarlo y despedirse del finado conde. Más tarde vemos al psiquiatra amigo de Van Helsing, el dr. Jeffrey Garth, en una fiesta de sociedad en Londres, donde le presentan a una dama que es la misma que quemó al ataúd: es una noble húngara que acaba de establecerse en la ciudad, la condesa Zaleska, que invita al dr. a visitarla en su residencia, pues piensa que sus conocimientos de psiquiatría pueden serle de mucha ayuda.

La aparición de un hombre muerto con gran pérdida de sangre y tan sólo dos pequeñas heridas en el cuello, unida al robo del cuerpo de Drácula, despiertan las sospechas de Van Helsing: ¡Un vampiro anda suelto en Londres! Como el profesor aún está bajo custodia, la labor de encontrar a la criatura recaerá en el dr. Garth, pese a su escepticismo que le despierta la historia del profesor. Sin embargo, cuando aparece una nueva vícima , y tras conocer mejor a la enigmática aristócrata, va comprendiendo lo real de la amenaza.

Argumentalmente, la mayor originalidad es que la vampiresa (la condesa Zaleska, por si no lo habíais deducido) se siente infeliz con su condición de no-muerta, y por ello busca la ayuda del Dr. Garth. Gloria Holden es una actriz interesante, no de una belleza canónica pero sí con bastante clase, un poco al estilo de Greta Garbo. Su relación filial con Drácula se toca muy de pasada, y realmente no queda claro si es una hija-hija (que en cualquier caso debió nacer cuando el conde aún no era un vampiro) o si es sólo una mujer vampirizada por él. La acompaña a todas partes un criado brutote estereotípico, que está loquito porque su ama le dé un mordisco para acompañarla en la vida eterna.

Una cosa curiosa es que el argumento hace el viaje opuesto a la novela: empieza en Londres y acaba en Transilvania, usando decorados de la primera película (o unos casi idénticos). La resolución es bastante más movidita que la del film de Lugosi y Browning, lo cual es de agradecer. En esta película el cine sonoro estaba mucho más asentado que en la primera, y vemos unas interpretaciones mucho más profesionales. Todo el elenco realiza un excelente trabajo, siendo ésta probablemente la mayor fortaleza del film. En este aspecto destaca la relación entre el dr. Garth y su ayudante, Janet, interpretada por la bellísima Marguerite Churchill, un típico romance entre jefe y subordinada en el que ella está coladita por sus huesos y él ni se entera. Ambos actores tienen una química excelente, y Churchill es toda una delicia de ver. Su físico recuerda bastante al de la actriz de nuestros días Katherine Heigl. Otto Kruger, como el Dr., transmite gran serenidad y autoridad, y lleva el peso de la película sin ningún problema. Dos curiosidades sobre este actor: era sobrino nieto del presidente sudafricano Paul Kruger, y falleció justo el día de su 89 cumpleaños, en 1974.

Aunque no puede obviarse su condición de film menor, La hija de Drácula es una agradable sorpresa, con un argumento razonablemente interesante y un magnífico elenco de actores clásicos que nos ofrecen una placentera experiencia cinematográfica. Eso sí, apenas nos ofrece nada en cuanto a reinterpretación y enriquecimiento de la novela original, y el guión se conforma con ser una distraída variante sobre el tema.

Son of Dracula – Robert Siodmark – EEUU, 1943

La siguiente secuela se retrasaría aún más, nada menos que siete años. La acción se traslada al sur de EEUU en los años 30, con sus grandes haciendas y sus criados negros, como Dios manda. La heredera de una de estas haciendas, Katherine Caldwell, ha trabado contacto epistolar en los últimos tiempos con el exótico conde Alucard, de Rumanía, y le ha invitado a América para conocerle en persona. Esto tiene un tanto desconcertada a su familia, toda vez que la moza, está comprometida con su novio de toda la vida, Frank Stanley. Sin embargo, ella le tranquiliza asegurándole que «le querrá eternamente».

El jefe de policia local, que acude a la estación a recibir al conde, se encuentra con la sorpresa de que este no hace acto de presencia, y sólo su equipaje viene en el tren. Esa misma noche se celebra una fiesta celebrada en la mansión de Katherine. Su anciano padre, tras retirarse al dormitorio, recibe la visita del mismísimo Alucard, que entra por la ventana convertido en «murciégalo» y lo mata literalmente de un susto al tomar forma humana. A las pocas horas Alucard se presenta en la puerta de la casa, y sin respetar el luto exigie ver a Katherine, ahora dueña de la hacienda, quien lo recibe con agrado. Desde ese momento los dos empezarán una sospechosa relación.

Poco después el jefe de policía empieza sus pesquisas, alarmado al darse cuenta de que Alucard, escrito al revés, se lee… «¡¡Drácula!!» (¡Tacháaaan!). Así, decide contactar con un erudito rumano experto en temas de ocultismo, quien al escuchar el nombre decide viajar a EEUU para echar una mano, advirtiendo al comisario quetodo el que se relacione con el conde se encuentra en grave riesgo. Este experto es el profesor Laszlo, quien será a todos los efectos el «Van Helsing» de la peli. Entretanto, Frank decide espiar a Katherine y al conde, y acaba descubriendo, desolado, que ambos se han casado y que su ex-prometida no quiere verlo más. De hecho, la pareja anuncia su deseo de que nadie se acerque al domicilio conyugal, especialmente durante las horas del día, pues desean llevar una vida retirada. Poco después empezarán incidentes que inquietarán aún más a la comunidad.

Y esta es la premisa de El hijo de Drácula, cuyo personaje titular está interpretado por Lon Chaney Jr. Resulta muy curioso que el papel que interpretó Bela Lugosi en la primera película estuviera destinado inicialmente a Lon Chaney padre, quien falleció antes de poder interpretarlo. El trabajo de su vástago en esta película es adecuado y se ajusta físicamente al papel, quien luce bigote como el Drácula de la novela. La trama, inscrita en el género de la intriga, es sencilla pero mantiene un razonable interés. El personaje que más simpatías me despierta es el novio, Frank, que aguanta carros y carretas por su chica, la cual por cierto está bastante loca. Los personajes del comisario y el profesor son también agradables de ver. Destacan los efectos especiales, bastante más logrados que en las pelícuals vampíricas anteriores, usando animaciones sencillas pero efectivas, un murciélago más convincente y otros efectos físicos.

Nuevamente no queda clara la relación paterno-filial entre Drácula y este supuesto hijo, peroesto  no tiene mayor importancia. Cualquier vinculación argumenta con la novela de Stoker queda eliminada, excepto una referencia a que el conde original fue eliminado en el siglo XIX. Las características vampíricas del libro sí que se conservan –vulnerabilidad a los crucifijos, etc-, con la excepción de que la luz del sol es capaz de matar a los vampiros, en lugar de simplemente debilitarlos. El director, Robert Siodmark, que disfrutaría de una extensa carrera en Hollywood, firma una historia entretenida aunque menos memorable que la protagonizada por la hija del conde. Pese a esta falta de ambiciones,  la película es una  contribución a la leyenda de Drácula y de los títulos de terror de la Universal.

Drácula 1931: Lugosi y su capa

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«Me encanta cenar con rubias.»

Dracula – Tod Browning – EEUU, 1931

Nueve años después del estreno de Nosferatu llegaría la primera adaptación oficial de Drácula, ya producida en Hollywood. El productor encargado de la misma sería Carl Laemmle Jr., ejecutivo de la Universal, quien encargó la dirección Tod Browning, experto en el cine de misterio con un bagaje de unas cuarenta películas en la era del cine mudo. En principio la producción se planteó a lo grande, tomando la novela de Stoker como base y tratando de llevarla a la pantalla con gran amplitud de medios. Sin embargo, la depresión económica había recortado drásticamente los presupuestos que se manejaban en Hollywood y hubo que replantearse el enfoque del film, partiendo de la adaptación teatral que se representaba en Broadway.

El propio Stoker había intentado llevar Drácula a los escenarios en sus tiempos del teatro Lyceum -no en vano el personaje estaba inspirado en su mentor, el actor Henry Irving-, pero el proyecto no fructificó debido a las reticencias del intérprete. Unos años después de la muerte del autor la novela se adaptaría finalmente, en una versión acortada y muy sintetizada firmada por Hamilton Deane. Para este Drácula teatral se buscó la comercialidad, utilizando numerosos trucos de escenario y efectos especiales. La apariencia del conde se adaptaría en consonancia, dándole un toque sexy y un aspecto más teatral, del cual formaba parte fundamental la gran capa con la que se cubría. Drácula ya no era un anciano decrépito, sino que ceñía al arquetipo del aristócrata glamouroso y exótico. La obra encontró el favor del público, especialmente el femenino, y se mantendría mucho tiempo en cartel, con numerosos actores interpretando el papel del vampiro, y el propio Dean encarnando a Van Helsing.

El éxito londinense despertó el interés de los productores de Broadway, y en 1927 Drácula debutaría en Nueva York, en una versión retocada para eliminar los giros idiomáticos ingleses. Aquí es donde entra en escena (literalmente) Bela Lugosi, un emigrante que había huido de Hungría a los EEUU sin hablar una palabra de inglés y que se había labrado una modesta carrera de actor. El de Drácula fue su primer gran papel en escena, y enseguida logró que su nombre se identificara con el personaje. Sin embargo, el productor Laemmle no lo tenía tan claro: su primera elección había sido Lon Chaney, «el hombre de las mil caras», famoso por sus interpretaciones en El Fantasma de la Ópera y El Jorobado de Notre Dame, entre otras, y actor fetiche de Tod Browning. Sin embargo, Chaney había fallecido en 1930, dejando el papel vacante, y a  la Universal en busca de protagonista. Lugosi luchó por el papel y finalmente fue el escogido para llevar a la pantalla el personaje que ya conocía tan bien.

Drácula es una producción barata, aunque de aceptable factura técnica. Su metraje es muy reducido, de tan sólo una hora y quince minutos. El presupuesto era tan ajustado que ni siquiera hay banda sonora, exceptuando los compases de El lago de los cisnes que suenan al principio. Uno de los miembros destacados del equipo fue el director de fotografía alemán Karl Freund, quien curiosamente había trabajado en su país con Murnau, aunque no en Nosferatu; también fue uno de los cinematógrafos de Metrópolis, de Fritz Lang. Drácula se rodó en la época de transición entre el cine mudo y el sonoro, y conserva algunas de las características de aquel. Las interpretaciones en concreto son bastante mejorables, y los actores en ocasiones se muestran muy gesticulantes, como no se hubieran desprendido aún de las maneras de la era muda.

La historia comienza en Transilvania, con un cambio fundamental respecto al libro: no es Jonathan Harker quien viaja al paso del Borgo para encontrarse con el conde, sino otro personaje de la novela, Renfield. Por lo demás, el comienzo es igual: Drácula quiere hacerse con una propiedad en Londres y el joven abogado acudirá a su castillo en solitario. En las primeras escenas, curiosamente, tanto él como los lugareños se refieren al conde como «Draculus», sin que se ofrezca ninguna explicación para esto. Tras llegar a la residencia del conde, Renfield se sentirá enseguida atemorizado, tanto por el personaje como por su lúgubre entorno. Hay que destacar el decorado usado para el castillo, de gran tamaño y excelente ambientación, así como la fotografía de las escenas que transcurren en el mismo, las más logradas del film visualmente hablando.

La caracterización del conde sale directamente de la obra de teatro: ropa de etiqueta contemporánea, chaleco blanco, cabello peinado hacia atrás y cómo no, la capa. Ni rastro del aspecto avejentado y el bigote descritos por Stoker. Destacar que en ningún momento de la película Drácula muestra colmillos afilados. La interpretación del actor húngaro es adecuada, si bien se le pueden poner objeciones: durante sus primeras escenas tiene una forma de arrastrar las palabras y de marcar el acento totalmente desconcertantes, tanto más considerando que Lugosi parece hacerlo deliberadamente. Quizá esa entonación tan peculiar fuera efectiva en la época, pero hoy mueve poco menos que a la risa. Tampoco se puede decir que el personaje lo exija, pues Stoker especifica que, si bien Drácula tiene acento eslavo, habla un inglés muy correcto. En las escenas londinenses Lugosi ya utiliza una entonación más convencional.

Por lo demás, su interpretación es deudora tanto del teatro como del cine mudo, con una gestualidad muy marcada, innecesaria en una película sonora. Se ha hecho célebre su gesto con el brazo extendido y la mano a manera de garra, con el cual domina la voluntad de las personas; al igual que con el acento, y sin faltar al respeto al mítico actor, hoy resulta más cómico que otra cosa. Hay decisiones técnicas que nos remiten también a la época muda, como apuntar una luz directamente a los ojos de Lugosi en un primer plano que deja el resto del rostro en penumbra, manteniendo la imagen fija durante varios segundos. Es un efecto que busca hacer amenazador al personaje, pero que resulta totalmente artificioso. La película prescinde por completo de efectos especiales ópticos, a diferencia, paradójicamente, de Nosferatu, que sí los utilizaba pese a ser diez años más antigua. Los únicos efectos usados en el año 31 fueron el ya célebre murciélago de plástico y una niebla que rodea a Drácula al recuperar su forma humana, transformación que se realiza fuera de cámara.

En cuanto a los poderes del vampiro, al igual que en Nosferatu el conde posee una telequinesia limitada. Recupera la capacidad de transformarse en animales, como el menionado murciélago, y también se convierte en lobo, aunque sólo oímos su aullido; como pasó con Murnau, parece que no había dinero o posibilidad de alquilar uno. Un poder nuevo es el de dominar la voluntad de las personas.

Apuntar que en esta película se produce la primera y breve aparición cinematográfica de las «novias de drácula», muy monas ellas. Tras la secuencia del castillo, la acción se traslada a Londres. Este segemento inglés es el que más delata el origen teatral del guión, transcurriendo casi enteramente en interiores. Al contrario que en la novela, nadie es consciente de la presencia del conde en la ciudad ni de su verdadera naturaleza, lo que le permite incluso alternar socialmente y hacer uso de su glamour y exotismo. De hecho, es en la Ópera donde conoce a Mina y Lucy, que están acompañadas de John Harker y el Dr. Seward. Este último pasa de pretendiente de Lucy a padre de Mina (quien en consecuencia se apellida Seward). La heroína está interpretada por Helen Chandler, una actriz muy guapa y de rostro muy dulce, entre cuyos mejores momentos está una escena en la que imita el peculiar acento del conde de forma muy graciosa. Lucy por su parte cambia su apellido de Westenra al más americano Weston. En esta escena de la ópera el conde pronuncia una frase interesantísima: «Morir completamente debe ser un auténtico placer», lo que nos deja entrever que acaso está cansado de las cargas de la vida eterna y el vampirismo, añadiendo complejidad al personaje.

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Mina, Lucy, Bom y otras chicas del montón.

En esta parte del film hace su aparición el profesor Van Helsing, encarnado por Edward Van Sloan -en una curiosa coincidencia de nombres-, quien había compartido escenario con Lugosi en la versión de Broadway, y cuya interpretación es fácilmente la más memorable de todas. Este segundo acto transcurre casi por entero en la residencia del Dr. Seward, que es a su vez un sanatorio mental. En él volvemos a ver a Renfield, desquiciado y ya equivalente al personaje de la novela, lo que incluye su pasión por las moscas y arañas. La interpretación de Dwight Frye ha recibido numerosas alabanzas, aunque personalmente, pareciéndome meritoria, la encuentro demasiado histriónica; además, como he mencionado en anteriores artículos, se me escapa la importancia que se otorga al personaje. Un dato curioso es que en esta versión Renfield está «semi-vampirizado», un estado intermedio que justifica su obsesión con la ingesta de pequeñas criaturas. El actor que interpreta a su guardían, Charles Gerrard, habla con un logrado acento «cockney» (propio de las clases populares inglesas), sin duda gracias a su origen irlandés. En cuanto a David Manners, que da vida a John Harker (acortado de Jonathan), tiene muy poco material para trabajar debido al recorte de su papel, quedando poco más que para lucir palmito.

Y es que el auténtico antagonista de Drácula será Van Helsing. El profesor es despojado del aura paternal que posee en la novela, así como de su aire de trotamundos, ofreciendo un aspecto más bien académico; no obstante, conserva su fe en lo espiritual y en las «vías alternativas de la ciencia», como es la misma creencia en los vampiros. El Van Helsing de Sloan tiene un marcado acento extranjero, como Lugosi, pero en este caso es totalmente impostado, al ser el actor natural de San Francisco. Curiosamente, en la película se sustituye el ajo que el profesor usaba como repelente de vampiros por una hierba llamada acónito, quizá por considerarse la primera una planta demasiado vulgar o desagradable . ¡Pero es una elección cuando menos peculiar, teniendo en cuenta que el acónito es extremadamente tóxico y puede causar graves daños sólo por contacto! El crucifijo conserva también su poder sobre estas criaturas, y en cuanto a la luz del sol, no consta que las destruya como en Nosferatu. Se mantiene asimismo la necesidad del vampiro de dormir en la tierra donde recibió sepultura. Las escenas que confrontan a Van Helsing y a Drácula en la misma estancia resultan las más memorables del film, si bien están basadas casi por entero en el diálogo y apenas tienen acción. Pese a la tensión existente, en estas escenas Drácula es mucho menos hostil que en la novela, declarando incluso que «conoce y admira al profesor Van Helsing», lo que refuerza su aura aristocrática. La historia de Lucy aparece en la película, si bien tratada muy brevemente. La progresiva vampirización de Mina, por su parte, es más acusada que en la novela, desarrollando unos interesantes cambios de personalidad en la víctima de Drácula.

La conslusión de la película resulta algo decepcionante, sobre todo porque en la escena final se nos escamotean imágenes importantes, al parecer por reducir la violencia en todo lo posible, usando sólo efectos de sonido y dejando el resto a la imaginación del espectador. Con todo, la conclusión original era un poco menos abupta, pues se ha perdido una última escena en la que Van Helsing aparecía en un cine dirigiéndose a los espectadores de la película, y asegurándoles que cosas como las que acababan de ver existían. Ojalá algún día aparezca una copia incluyendo esta escena de la que sólo se conserva algún fragmento, lo que permitiría restituir la integridad del film, como ha ocurrido recientemente con Metrópolis. Aunque hoy día parezca mentira, esta se consideraba una película arriesgada por ser puramente de terror, sin partes cómicas ni explicaciones lógicas a lo sobrenatural; pero para alivio de Laemmle y cia, fue un gran éxito de taquilla, devolviendo con creces la modesta inversión realizada.

Se comenta que Browning no puso demasiado interés en este rodaje, y que incluso muchos días no aparecía por el set, siendo el director de fotografía, Karl Freund, quien llevaba el peso del trabajo. Fuera como fuere, no puede negarse que se trata de una película menor, clásica sin duda por su antigüedad y popularidad, pero no en el aspecto artístico. Sus mayores méritos, aparte de ser la primera adaptación medianamente fiel de la novela, son a mi juicio la caracterización de Van Helsing y cómo se trata el personaje de Mina. En cuanto a la imagen icónica del conde, nadie puede negarle su influencia y perdurabilidad, si bien no deja de ser artificiosa y algo alejada del lúgubre ser descrito por Stoker. Una vez más, la mayor pena es desaprovechar el potencial de la novela, si bien el film se deja ver con agrado y es pieza imprescindible del cine dedicado a Drácula. El éxito de este título, por cierto, daría origen a la edad de oro del terror en la Universal.

La versión mejicana

En una época donde el subtitulado y el doblado estaban muy poco extendidos, y en producciones de bajo presupuesto como estas, curiosamente resultaba rentable rodar versiones de la misma película en dos idiomas. Así se hizo con Drácula, usando casi exactamente los mismos decorados pero con un elenco de actores mejicanos, en lo que constituye una verdadera rareza cinematográfica. Circula la opinión entre presuntos entendidos (frikis) de que esta versión hispana es «muy superior» a la original, pero es una afirmación sin ningún ningún tipo de base.

Técnicamente ambas versiones son casi equivalentes, si bien es cierto que la versión mejicana, dirigida por el americano George Melford, es algo más imaginativa en algunos planos y tiende a desplazar más la cámara. No obstante, más movimiento no significa siempre mejores imágenes, por lo que esto tampoco supone una diferencia significativa; hay escenas, de hecho, que están menos logradas visualmente que en el original. Algunos planos lejanos, u otros en los que no se ve a ningún actor, son exactamente los mismos en ambos films, pues no tenía ningún sentido volverlos a rodar. Pero más allá de los detalles técnicos, lo que condena sin remisión a la versión mejicana son las interpretaciones, que en varios casos son simplemente desastrosas, a nivel de aficionado. Si las de las versión inglesa son mejorables en varios casos, sin duda quedan reivindicadas cuando vemos su contrapartida latina.


«Que te meto con el crucifijo.»

Carlos Villarías, como Drácula, engrandece la figura de Lugosi. Su físico no resulta en absoluto adecuado para el papel, luciendo unos tremendos orejones y con más aspecto de maestro de escuela u oficinista que de vampiro. En ningún momento resulta imponente ni amenazador. A esto contribuye una interpretación que, sin ser terriblemente mala, carece de fuerza y en algunos momentos es decididamente desafortunada, con gestos que mueven más a risa que a otra cosa. El Renfield mejicano también resulta más blando y ñoño que su contrapartida americana. Lupita Tovar, en el papel de Eva Seward (Mina) sale algo mejor parada, pese a su ramalazo de víctima desamparada; lo que no se puede negar es el tremendo atractivo de la actriz, una morena de rompe y rasga -en contraste con la rubia Chandler-, de la que se dice estaba prendado el director Melford. El americano, por cierto, es todo un personaje, con 140 películas como director y 124 como actor. El no hablar una palabra de español, curiosamente, no le fue impedimento para ponerse al frente de esta versión.

Siguiendo con las interpretaciones, destaca por abajo Eduardo Arozamena, que encarna a un Van Helsing desastroso. No sólo su físico regordete resulta totalmente inapropiado, sino que su trabajo es fácilmente el peor del film, ejecutando muy pobremente sus líneas y siendo incapaz de transmitir la sabiduría y solemnidad del personaje, pareciendo más bien un gordo presumido y cargante. El guardían del manicomio tampoco convence en absoluto en sus fallidos intentos de resultar cómico. El argentino Barry Norton, pseudónimo de Alfredo Carlos Birabén, encarna a un discreto Juan Harker, logrando al menos no irritar. Apuntar que este actor perdió mucho trabajo en Hollywood cuando llegó el cine sonoro, debido a su marcado acento latino, que obviamente no tenía importancia en el cine mudo. En definitiva, pocos motivos hay para preferir esta versión. El plano final de la película, justo es decirlo, sí es superior en el aspecto visual al apresurado cierre del original.

En definitiva, recomiendo ver la versión mejicana siempre después de la americana y como complemento a la misma. Prescindiendo de cualquier prejuicio, en ningún caso puede considerarse superior a la firmada por Browning, a no ser por un extraño esnobismo o bien por desconocimiento del idioma, además de una gran ceguera para juzgar el trabajo interpretativo. Eso sí, esta versión tiene un detalle encantador, y es que las tres novias de Drácula… ¡por fin comen!

Clips de Vídeo:

Drácula de Tod Browning (completa).

Reportaje con fragmentos de la versión mejicana.

Nosferatu: Meritoria primera adaptación

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«Ven, que te curo el dedito.»

Nosferatu, eine symphonie des grauens – F.W. Murnau – Alemania, 1922

La industria cinematográfica alemana fue muy importante durante las primeras décadas del siglo XX, y de ella surgieron varios de los films más importantes de la época. En 1921, Friedich Wilhelm Murnau (nacido Plumpe), uno de los directores fundamentales del momento, acometía la primera adaptación de la novela Drácula, de Bram Stoker. La temática del libro se amoldaba perfectamente a la corriente del expresionismo alemán, cultivada por el gigantesco director (2, 06 metros). Este estilo buscaba alejarse de lo convencional mediante técnicas de fotografía e historias inusuales, a menudo relacionadas con lo fantástico.

La productora, Prana Film, no pudo hacerse con los derechos de la novela, por lo que se optó por hacer una adaptación no oficial, con el título Nosferatu, eine symphonie des grauens (Nosferatu: Una sinfonía de terror). En la novela de Stoker se asegura que «Nosferatu» era uno de los nombres tradicionales con los que se designa al vampiro en Rumanía. El término fue tomado de un trabajo de Emily Gerard fechado en 1885, pero no se ha podido rastrear la palabra en ninguna fuente anterior, por lo que se cree que o bien la autora malinterpretó un término rumano preexistente o bien lo tomó de algún dialecto gitano carente de fuentes escritas. En cualquier caso, ha acabado integrándose en el vocabulario del género fantástico. Aparte del título, el guión de Henrik Galeen cambiaría también los nombres de los personajes, y la acción posterior al segmento transilvano transcurriría en Alemania, no en Inglaterra.

El papel protagonista recayó en Max Schreck, actor bastante célebre en la época que, lo creais o no, debutó con una adaptación alemana de El alcalde de Zalamea, de nuestro Calderón de la Barca. Schreck fue sometido a un intensísimo trabajo de caracterización, cuyo resultado salta a la vista en el film. A día de hoy resulta difícil encontrar fotos de Schreck sin este maquillaje icónico, e incluso existe una película, La sombra del vampiro, que juguetea con la idea de que el actor fuera un verdadero vampiro contratado por el director (Schreck y Murnau son interpretados por Willem Dafoe y John Malkovich).

El metraje es de una hora y 34 minutos, a todas luces insuficiente para sintetizar toda la novela. Por ello, se eliminan casi todas las subtramas, centrando la historia en unos pocos personajes básicos. El film está dividido en varios actos, al estilo teatral, y para los diálogos se utilizan unos cuidados rótulos que simulan la escritura a mano. También se nos muestran páginas de un diario personal que hacen incisos narrativos, recurso seguramente inspirado en los diarios y cartas de la novela. El subtítulo «Una sinfonía de terror» no es casual, ya que la cinta cuenta con una excelente banda sonora orquestal que realza notablemente la acción, si bien cabe reprocharle que a veces el tono de la música no se corresponde con lo que está ocurriendo en pantalla.

Existe una versión acortada de la película que arranca en Transilvania, y de la que hablaremos luego, pero por ahora nos centraremos en la película íntegra. La acción comienza en un pueblo portuario alemán ficticio llamado Wisborg, donde conocemos a Thomas Hutter, el equivalente al Jonathan Harker de Stoker. Al igual que en la novela, Hutter se dedica a los temas legales, y está despidiéndose de su mujer debido a un viaje que le llevará a Transilvania, donde deberá tramitar la compra de un inmueble por parte del conde Orlok, residente en un castillo de la zona. El joven ha recibido el encargo de su jefe, Knock, un anciano peculiar que oculta unos extraños documentos y parece conocer algún aspecto oscuro de la transacción.

Hutter deja a su esposa en casa de unos amigos y parte hacia Hungría de muy buen humor. Una vez en el país magiar, solicita una diligencia para acudir al lugar de su cita. Al igual que en el libro, los lugareños tratan de disuadirle, pues está anocheciendo y la zona a la que debe viajar está plagada de malos espíritus, aunque no hay alusiones a la noche de Valpurgis. Pese a su escepticismo, y al contrario de lo que ocurre en la novela, el joven acepta el consejo y hace noche en la posada. En su dormitorio encontrará un pequeño libro sobre los vampiros que jugará un papel fundamental en el film. Gracias a él adquirirá las primeras nociones sobre estas terribles criaturas, pero las considerará pura superstición, tomándose todo a risa. Como curiosidad, decir que en esta parte del film Murnau nos muestra pululando por Transilvania a las muy africanas hienas, probablemente por no poder conseguir ningún lobo para el rodaje.

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«¡Paparruchas!»

Las interpretaciones son bastante típicas de la era del cine mudo, alejadas del cuasi-naturalismo de la actualidad, y a veces resultan muy gesticulantes e histriónicas. El peor parado en este aspecto es el actor que interpreta a Hutter, Gustav von Wangenheim, que no parece encontrar otro modo de expresar satisfacción o alegría que mediante grandes carcajadas o sonrisotas exageradas. Tras el amanecer, Hutter parte en un carruaje alquilado, pero ya cerca de su destino es abandonado por los aterrados conductores, por lo que debe seguir a pie, hasta que por fin encuentra el coche enviado por el conde. Se supone que toda esta secuencia transcurre de noche, pero resulta totalmente obvio que se filmó de día, lo cual es un tanto chocante. Esta situación se repite en otros pasajes de la película, donde el único indicativo de que estamos viendo escenas nocturnas es el uso de filtros azules, pero como estos también se usan en secuencias diurnas la confusión sigue ahí. Es de suponer que por las limitaciones técnicas de la época resultaba muy difícil filmar por la noche en exteriores.

El carruaje deja a Hutter en el castillo, y allí vemos por primera vez al Conde Orlok, el Nosferatu, que gracias al trabajo de maquillaje ciertamente se acerca a un aspecto sobrenatural. La interpretación de Schreck es bastante acertada a lo largo del film, con un trabajo mucho más sobrio que el de Wangenheim, si bien esto es lo que su personaje requiere: se trata de una criatura de movimientos lentos y parsimoniosos, que usa sus poderes para paralizar a sus víctimas. Murnau y su equipo optaron por redefinir el aspecto del conde respecto al de la novela, haciéndolo completamente calvo a excepción de sus pobladas cejas, muy enjuto, de piel totalmente blanca y unas manos enormes con uñas puntuiagudas. Orlok posee una pareja de dientes muy afilados, pero no se trata de los caninos, sino que están situados a la altura de los incisivos, como si se tratara de un roedor siniestro.

Las escenas que transcurren en el castillo están muy logradas y crean una lúgubre atmósfera, gracias especialmente a la fotografía, la cual es muy acertada a lo largo de todo el film. Sus interesantes composiciones visuales le han valido a la película buena parte de su reputación, y el ser considerada uno de los exponentes principales del expresionismo alemán, siendo quizá las imágenes más meritorias y de mayor impacto los planos frontales del conde, con su aspecto extraviado y amenazador. A lo largo de todo el metraje se usan tintes coloreados para darle distintos matices a las escenas, por lo que no podríamos hablar puramente de «cine en blanco y negro». El uso de estos tintes resulta sorprendentemente eficaz, y logra conderirle una mayor riqueza a las escenas.

A diferencia de la novela, Hutter es libre de salir del castillo durante el día y de escribir a su esposa lo que desee, ignorando la terrible amenaza que supone el conde, si bien su aspecto le resulta repulsivo. Sin embargo pronto saldrá de su error, al ser atacado esa misma noche. En ese momento volvemos a ver a Ellen, su mujer, que de algún modo siente el peligro que acecha a su marido y es presa de un ataque. Desde ese momento, la esposa quedará bajo la influencia del conde pese a la gran distancia que los separa, variante argumental exclusiva de esta versión. También se introducen poderes del conde ausentes en la novela, como la telequinesia: Orlok es capaz de mover objetos a voluntad -normalmente puertas-, volverse invisible y atravesar superficies sólidas. Estos poderes se muestran mediante unos efectos especiales obviamente muy básicos, pero bien resueltos. El conde también mantiene la influencia sobre los animales que aparece en el original, si bien sólo se le ve con ratas; sin embargo, desaparece la posibilidad de transformarse en otras criaturas. En cuanto a sus debilidades, Orlok necesita, igual que Drácula, dormir en la misma tierra donde lo enterraron, y también evita la luz del sol, pero con un importante matiz: ésta no se limita a debilitarlo, sino que en caso de alcanzarle puede provocarle la muerte.

Tras una escena de transición en el barco que transporta al conde volvemos a Wisborg, donde vemos que Knock, el patrón de Hutter, ha enloquecido y ha sido encerrado en un sanatorio mental. Esto le convierte en el equivalente al Renfield de la novela, incluyendo su pasión por la ingesta de moscas y otros bichos. Con la llegada del conde al pueblo, su agitación aumenta notablemente, y acapara unos minutos de metraje pcoo comprensibles, al tratarse de un personaje casi instrascendente para la historia. Como ocurre en la novela, no se explica el modo en que el conde adquirió su influencia sobre él. En esta parte de la historia cobra más importancia el personaje de Ellen -interpretada por la atractiva Greta Schroeder-, quien ahora tiene frecuentes episodios de sonambulismo, trastorno que en la novela era sufrido por su amiga Lucy Westenra. Se trata de un personaje interesante, una mujer dulce y temerosa ante la amenaza del conde, pero también serena y valiente. La relación entre los dos esposos Hutter es muy importante en la película, y recuerda a parejas de otras obras firmadas por Murnau, como la célebre Amanecer. El personaje de Van Helsing, fundamental en la novela original, tiene su equivalente en la figura del profesor Bulwer, pero su papel resulta prácticamente testimonial, siendo poco más que un médico e investigador local sin habilidades como «cazavampiros».

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«Soy muy lánguida.»

El Orlok de Murnau es mucho más agresivo que el Drácula de Stoker: en lugar de empezar atacando a un puñado de víctimas y hacer planes a largo plazo, golpea duro a Wisborg desde su llegada. Para empezar, trae consigo una plaga de ratas y con ella una epidemia de peste, la cual aprovecha para enmascarar los síntomas que provoca con sus mordeduras. Estas son peligrosísimas, porque aunque no vampirizan a las víctimas, pueden provocarles la muerte con gran rapidez. Así, en un interesante plano vemos toda una fila de ataúdes portados por las calles del pueblo, ante la mirada desolada de Ellen. Pero no será ése su único temor: El edificio que adquirió Orlok está justo frente a su propia casa, y cada noche el vampiro pasa largo tiempo observándola desde su ventana, anunciándole que muy pronto irá a por ella, lo cual vemos en un plano muy conseguido. El libro de los vampiros traído desde Transilvania ayudará Ellen a conocer mejor a su enemigo, pero también aumentará su miedo. La única esperanza de salvación exigirá grandes dosis de valor y sacrificio, como no puede ser menos con una criatura tan terrible. El clímax de la película, sorpresivo y diferente al urdido por Stoker, es eficaz aunque algo apresurado.

Tras el estreno de la película, la viuda del escritor se querelló contra Pruna Films, por haber producido el film sin los correspondientes derechos. La demandante ganó el juicio, la productora tuvo que declararse en bancarrota (ésta fue su única película) y se ordenó la destrucción de todas las copias, medida que sería inconcebible en nuestro días (hoy se habrían conformado con pagar un buen dinero a la buena señora). Afortunadamente sobrevivieron muchos negativos, pero el pleito dificultó la buena conservación del film. En la actualidad, los derechos son de dominio público en los EEUU, lo que ha propiciado la aparición de versiones en DVD y de descarga libre de escasa calidad. En ellas se han eliminado los filtros de color, los elaborados rótulos y las páginas del diario. También ha renombrado a todos los personajes, poniéndoles los nombres de Stoker, se ha cambiado la banda sonora por otra mucho peor y más estridente y para colmo se han mutilado varias escenas, reduciendo el metraje total en unos 20 minutos. Ni que decir tiene que esta versión está totalmente desaconsejada: si la copia que ves no lleva al principio el sello de la Fundación Murnau -autora de la última restauración- ni los filtros de colores, ni te molestes. La única ventaja de las versiones bastardas es que contienen una buena traducción de los textos, ya que no es fácil encontrar subtítulos para esta película.

Nosferatu tiene muchos méritos, aunque desaprovecha buena parte del potencial de la novela, como por ejemplo la rica interacción entre los personajes, el gradual descubrimiento de la amenaza del conde y sobre todo la figura de Van Helsing. Como mencioné antes, quizá al mayor fallo sea la incapacidad de la fotografía para mostrar la diferencia entre el día y la noche, matiz fundamental en esta historia. En el apartado de las fortalezas, están sus hallazgos visuales y el armar una pequeña historia vampírica que funciona bien y de un estimable valor artístico. Éste seguramente se ha sobredimensionado con el paso del tiempo, aunque no es de extrañar, ya que el film es poco menos que una pieza de arqueología cinematográfica.

Este excelente artículo de Wikipedia nos cuenta muchas más cosas interesantes sobre el film, como por ejemplo que la casa que adquiere Orlok, pese a su aspecto de decorado, es un inmueble real que aún existe hoy en día, y otros datos interesantes sobre la producción; lo recomiendo encarecidamente. Diez años después del film de Murnau llegaría la siguiente adaptación, ya en la era del cine sonoro: sería la célebre versión protagonizada por Bela Lugosi.

Premios Poya 2009


¡No sé hablar inglés pero voy a ganar el Oscar! Yeah!

La gran fiesta de «nuestro cine» -yo desde luego no me identifico en absoluto con esos engrendros- dejó bien clara la cada vez más acusada deriva progre de los artistas patrios. Seis galarodnes se llevó el engrendro ése de Javier Fesser, «Camino» película furiosamente anticlerical; pero lo malo no es exactamente eso (y menos para mí, que soy ateo), sino por basarse en el caso auténtico de una muchacha enferma falseándolo miserablemente, como ha denunciado la familia. Pero le ha salido rentable la muerte de la pequeña al señor Fesser; ¡felicidades! Yo creí que con haber jodido irremisiblemente a Mortadelo y Filemón este señor tenía bastante, pero parece que esto sólo era el principio para el hermano de Guillermo. a niña protagonista ya está ganada para la causa a tan tierna edad, igual que María Valverde, que empezó como promesa refrescante y ahora protagoniza bodrios como «La mujer del anarquista».

Se quedó casi sin premios «Los girasoles ciegos», otra peli ultraprogre ambientada, ¡¡oh, sorpresa!! en la Guerra Civil. ¿Existe otro país en el mundo que saque TODOS los años tres o cuatro películas resobando (y distorsionando) su propia guerra, disputada hace la friolera de 70 años? No; para eso necesitarín a unos «artistas» tan rencorosos y radicales como los nuestros. Y se quejan de que no se ve nuestro cine… pero es que a la gente, por algún motivo, no les gustan la mierda ni las pajas mentales de unos niñatos acomodados. Para rematar la noche, premio al que encarnó con tanta precisión al genocida marxista Ché Guevara, el portoriqueño Benicio del Toro, muy pasadito de peso. ¡Hurra! Queremos la biografía del führer ya, protagonizada por Resines, o por Pepe Villuela, es igual. Es que era un hombre fascinante y lleno de ideales.

Lo más trágico es que cojan dinero de nuestros impuestos para pagar toda esta mierda. ¡¿Es que no saben que tenemos que pagar muchas operaciones de familiares de inmigrantes, hombre?! Vomito sobre todos ellos: ¡¡Bleeeergh!!

The Dark Knight – Nolan acierta a la segunda

Entré con algunos prejuicios negativos (¡no me importa decirlo!), pero lo cierto es que la película está muy bien. La mayor novedad es que tira por la borda el tono marcado por todas las adaptaciones cinematográficas de cómic hasta el momento (incluso en el primer film), y a casi todos los efectos es una película de mafia. Nos presenta una Gotham City asfixiante y deprimente, en la que la corrupción es la reina y nadie puede confiar en nadie. Los servidores de la ley adquieren un papel casi heroico, en el que su vida pende constantemente de un hilo, y por ello la gesta de Batman y sus aliados (es un film muy coral) transmite un tono especialmente dramático. No se puede insistir bastante: la película tiene mucho más que ver con Scorsese o los directores orientales que con Sam Raimi, o incluso con Frank Miller, adoptando una atmósfera aún más oscura que la de sus trabajos comiqueros.

La representación del Joker ofrecida por Ledger/Nolan es satisfactoria. El personaje está muy bien escrito, y psicológicamente se corresponde bastante exactamente con la figura de los cómics. Es una lástima que, una vez más, se haya desechado su valor icónico y se aleje visualmente del tipo espigado que es desde hace décadas uno de los villanos más inquietantes del mundo del tebeo. No obstante, esta «versión alternativa» resulta válida, y es perdonable el alejamiento del original por el afán de verosimilitud. Uno de los mejores rasgos de este Joker es su querencia por el caos, que consigue encadenando planes elaborados que no obstante, una vez logrados, dan paso al siguiente, sin un fin último más que el dolor y la destrucción. Otro atributo distintivo es una inteligencia psicopática exagerada pero creíble, y la sensación de ir siempre un paso por delante de los buenos.

Hablando de verosimilitud, ésta es para mí la primera película de superhéroes donde todo podría haber ocurrido en la realidad, dejando quizá aparte algunos de los excesos tecnológicos del hombre murciélago, y también la desfiguración del personaje de Dos Caras, a todas luces excesiva; creo que ese tipo de heridas causarían la muerte por infección en cuestión de horas. Todo lo demás se ciñe bastante al mundo real, y los objetivos de los malos son básicamente enriquecerse y matar, como los de nuestro mundo, sin planes estrambóticos ni gadgets que pueden acabar potencialmente con el mundo.

El Batman de esta película me convence más que el de la anterior, pese a esa voz tan peculiar, y su dilema es palpable y comprensible: ha de elegir entre seguir con su tarea de limpieza, incluso siendo odiado por toda una ciudad, o por la retirada y entrega que le exigen sus enemigos. Las escenas de combate cuerpo a cuerpo, una de las partes más difíciles de realizar en cualquier film, son mejorables pero adecuadas, y Christian Bale cumple muy bien con las exigencias físicas del papel.

Pasando a los defectos, el mayor es que una ciudad tan corrupta y deprimida difícilmente podría existir en los Estados Unidos, mucho menos en los del siglo XXI. Una policía tan infiltrada y tomada por la mafia, en la que hasta los más cercanos a los mandos están bajo sospecha, sólo podría existir en un país totalitario, en el que la ley careciera casi por completo de mecanismos para defenderse. No es que no existan ciudades o regiones corruptas en países occidentales (¡Coslada!), pero una situación tan crítica como la que se describe en Gotham sin duda habría propiciado leyes especiales, intervenciones presidenciales y medidas similares, que no dejaran a la ciudad en la situación de indefensión que se describe en el film.

Otro defecto es Maggie Gyllenhaal: en una superproducción de 180 millones de dólares puedes escoger a cualquier actriz del mundo, y es realmente inexcusable que la heroína romántica sea una mujer tan carente de atractivo, tan sólo porque posea un aceptable parecido con Katie Holmes; patinazo de Nolan, aunque por suerte no llega a estropear el tono de la película. También hay que decir que algunos diálogos tienen una complejidad a todas luces innecesaria; he de decir que no entendí nada de la trama del dinero que aparece al principio de la película, ni la historia del bandido que relata Alfred; hay que refinar bien los guiones, que no será por tiempo ni dinero. Tampoco es muy justificable la ausencia de la batcueva (¿demasiado comiquera para Nolan?).

Por último, decir que el éxito comercial de la película es merecido pero sorprendente: Es un film de tono MUY pesimista, que dura casi tres horas (aunque no se hace largo) y con un papel secundario de ese romanticismo normalmente tan necesario atraer al público femenino: advierto que no es una película adecuada para llevar a una cita, a menos que ellas estén dispuestas a aceptar una trama densa, o sean muy fans de Heath Ledger (que en todo caso está irreconocible). Y por supuesto, será un error llevar a cualquier niño menor de 14 años, que casi seguro se inquietará y se aburrirá.

Terminando, pese a las pegas que se le puedan poner, la estructura interna y el ritmo del film son impecables, y conforman una experiencia sólida e interesante, revitalizando un género que tanto lo necesita; por fin una superproducción veraniega justifica su presupuesto, sin extender innecesariamente el metraje ni desperdiciar el dinero en extravagancias visuales que no aportan nada (Piratas del…). Aquí cada dólar está justificado en la pantalla. No es la mejor película de la historia ni mucho menos, pero sí una de las dos o tres mejores del género superheroico, e impecable como gran producción. Aunque no soy muy fan de las notas, a modo orientativo le doy a El Caballero Oscuro un ocho alto.
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